¿Quién mató a Juan Carlos Zambrano?, por Teodoro Petkoff

Autor: Teodoro Petkoff
El joven Juan Carlos Zambrano fue asesinado a golpes, en una prolongada sesión de torturas, por integrantes del Ejército, en un campamento militar situado en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo. Tal es la conclusión a la cual ha llegado la comisión parlamentaria que investiga el caso. Aunque no se ha podido interrogar a los militares aparentemente implicados porque su comando se muestra reticente a la hora de colaborar en la investigación, todos los testimonios, así como el informe forense, son concluyentes.
El caso, aunque coincidió con los días de la represión que siguió a la marcha del 27F, no está vinculado, sin embargo, con estos acontecimientos.
Pero, no por ello el crimen es menos monstruoso y condenable, si es que los derechos humanos significan algo. Murió en la tortura y además, según los testimonios, su concubina fue violada por cuatro soldados, para hacer todo aún más bestial y terrible. (Leer reportaje en página 2.) ¿La condición militar garantiza impunidad para los delitos que se pudieran cometer vistiendo uniforme? En el caso de Zambrano (que no era ningún dirigente ni militante político sino un venezolano muy humilde, tanto que era analfabeta, que vivía con su familia de hurgar en el relleno sanitario de la región), el comandante del Ejército, aun antes de que comenzara la investigación, se apresuró a exculpar a integrantes del componente militar que dirige. La poca disposición a cooperar con la comisión parlamentaria demostrada por el comando de la Guarnición del Zulia forma parte de ese mismo espíritu.
En el caso del teniente Siccat, acusado de haber quemado vivo a un soldado en la Guarnición de Maturín, el juicio fue radicado, vaya qué coincidencia, en la ciudad militar por excelencia, Maracay, y allí los testigos han sido sometidos a toda clase de presiones. Posteriormente, el comandante general del Ejército y el ex ministro de la Defensa, Prieto, se negaron a cumplir con la disposición de la jueza que ordenó la reclusión de Siccat en la cárcel civil de Tocorón y éste permanece en instalaciones castrenses. La minusvalía del tribunal civil es palmaria. ¿Se hará justicia?
Es como para dudarlo.
El domingo pasado, los cuatro guardias nacionales imputados del asesinato de siete reclusos en la cárcel de Vista Hermosa, en Ciudad Bolívar, fueron declarados libres de toda culpa en un juicio relámpago, a pesar de todas las evidencias condenatorias existentes. La jueza, dice la información de prensa, habría descartado las declaraciones de los testigos porque siendo reclusos podrían ser enemigos de los indiciados. Sorprendente jurisprudencia. ¿Qué clase de justicia es esta? En los tres casos que comentamos, las víctimas son gente muy, muy humilde, cuyas muertes, además, de algún modo han sido justificadas por los victimarios aduciendo que, en fin de cuentas, se trata de delincuentes (caso Vista Hermosa) o descalificándolos como ladronzuelos (caso Zambrano) o “mala conductas” (caso Siccat). O sea, en dos platos, gente cuyos asesinatos a nadie dolerían y que casi serían culpables de sus propias muertes. Se les puede, pues, matar impunemente. De hecho, así parece que será, a pesar de que los juicios todavía no han concluido.
Sin embargo, por ahora todo apunta a que los responsables de estos crímenes no van a ser sancionados. Parece protegerlos el fuero militar.