Quien prohíbe odiar también puede prohibir amar, por Beltrán Vallejo
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Faltaba esto para que el mundo se diera cuenta de que Venezuela es una nación medieval.
El colmo del atropello ridículo fue el que se cometió sobre una anciana y su hijo que hicieron por TikTok una parodia donde, lamentablemente para ellos, hicieron mención de una “viudez” de Cilia Flores, y por eso fueron arrestados para imputarles esas cosas que están contempladas en la denominada “Ley Constitucional contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia”.
Como varios venezolanos que por comentarios o acciones filmadas y trasmitidas en redes sociales con tono agresivo sobre la figura presidencial o sobre cercanos a él, los protagonistas de esa parodia se hicieron famosos, y famoso y viral se hizo esta situación que no ha causado risa, sino patetismo por una Venezuela que ha caído en un pozo de intolerancia tan primitivo que hasta el humor hay que encalabozarlo. Claro, creo que los protagonistas no fueron precavidos en cuidarse de las instituciones oscurantistas que mandonean en la sociedad venezolana.
Es que existe eso que se denomina “Ley Constitucional contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia”, que le abre las puertas al poder del Estado para mostrar su cara más abusadora y discrecional. Sobre ese tropel denominado “ley constitucional”, hay que resaltar que eso fue parido en esa estafa o fraude histórico que significó aquella denominada Asamblea Constituyente, que Nicolás Maduro impuso en el 2017 para hacer más abominable en atropellos aquel año tan sangriento con unos 140 manifestantes fusilados en las protestas de aquellos días, y que por cierto, a raíz de la instauración de ese parapeto, su régimen comenzó a ganarse varias de las sanciones que hoy él exige que se las quiten a troche y moche.
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Pues bien, esa Asamblea Constituyente circense, que se supone que debió redactar una Constitución, porque para eso son esas plenarias, pues ni una coma, ni un punto y seguido, ni un afijo de algún artículo constitucional colocó en algún papel; ese artilugio fue una completa estafa, y costosísima en mantener la parranda de vagos que se instaló ahí.
Lo cierto que eso le da al Estado represor madurista un libre albedrío para establecer censura y persecución bajo una fundamentación tan vaga como es el “odio”. Entonces, si nos cobijamos con la vaguedad arbitraria del odio que fundamenta esa denominada ley, entonces, ¿por qué el Mazo Dando no está clausurado? Bajo el fundamento de esa denominada ley, el chavomadursmo tiene un delito de odio histórico cuando en el 2004 instauró la lista de Tascón que significó la persecución laboral para millones de venezolanos; y, producto de eso, en ese año comenzó el primer ciclo de la diáspora que hoy tiene a 6 millones de nuestros hijos y hermanos fuera de este país.
Ahora bien, yo en lo personal sí asumo el odio como lo asume, y lean bien, el Che Guevara, quien dijo esto: “El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo”; y digo más del Che: “un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal”; destaco que el argentino expresó esto en su famoso discurso denominado “Mensaje a la Tricontinental”, en el año de 1967. Por supuesto, a los amigos que odian a la tiranía, pues no se las pongan fácil para que ella haga gala de su oprobioso poder.
Y allí me inquieta el hecho de que si ellos, los tiranos de este país, me quieren prohibir odiar, pues algún día van a querer que yo no ame.
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