Quién responde por Vargas, por Teodoro Petkoff

Lo que para la mañana de ayer era el anuncio de un desastre, se fue concretando en el curso del día. Vargas, apenas cinco años después del deslave de 1999, nuevamente es víctima de un cataclismo natural. Pero esta vez no es posible culpar sólo a la naturaleza ni, por supuesto, a la desidia, irresponsabilidad e imprevisión de gobiernos anteriores, sino que es necesario exigir cuentas a quienes, durante cinco años, han tenido a su cargo la recuperación de esa franja costera y la planificación e impulso de su desarrollo en nuevas condiciones.
Hablamos fundamentalmente de Corpovargas, dirigida ahora por el general Alejandro Volta, y de la gobernación del Estado, en manos del mayor Antonio Rodríguez San Juan, quienes deben responder ante el país por la gigantesca ineptitud que ha permitido la repetición de una catástrofe, sí bien no de la misma y letal magnitud que la de 1999, sí muy destructiva y peligrosa.
Corpovargas debe explicar por cuáles razones dejó de lado todos los proyectos que en una dura labor de seis meses preparó la comisión multidisciplinaria convocada por la Autoridad Unica de Area del Estado Vargas (AUAEV) y que contó con la participación a fondo de los más calificados urbanistas del país.
El Instituto de Urbanismo de la UCV, la Maestría de Desarrollo Urbano de la Metropolitana y el Instituto de Estudios Regionales y Urbanos de la Simón Bolívar prestaron la más decidida colaboración. ¿Por qué Corpovargas descartó estos trabajos? El problema no esta sólo en lo que no se hizo en estos cinco años sino, peor aún, en lo que se hizo mal. Hoy el gerente general de Corpovargas (léase en la página 2) aduce que la institución no recibió recursos suficientes para los trabajos que debía efectuar. ¿Qué se hicieron los dineros de la ayuda internacional y los recursos presupuestarios que cada año se inyectan al ente? En todo caso, ya comienza el peloteo. Corpovargas acusa al gobierno central.
Pero Corpovargas tiene mucho que explicar. No ha hecho otra cosa que administrar la recuperación vegetativa de la zona. Cuatro años, ¡cuatro años, carajo!, les tomó despejar y reasfaltar la carretera central y recuperar los servicios públicos esenciales. Apenas el año pasado la gobernación reacondicionó algunas playas. Y hasta ahí. ¡Cinco años para parir ese ratón! Todos los planes para recrear el Litoral como zona de identidad propia y vital para Caracas y el país, todos los planes de vivienda, turismo, ordenamiento territorial, red vial, nueva red de acueductos y cloacas, etc., etc., fueron descartados por Corpovargas. Pero lo peor, porque atañe a las obras hidráulicas para proteger a la zona de futuras inundaciones y avalanchas de lodo y piedras, fue el abandono y modificación de los proyectos para las 23 cuencas de las quebradas y ríos. Delegaciones de Japón, China, Austria, Francia, Italia, España, Noruega y Estados Unidos contribuyeron con la evaluación ambiental y participaron, junto a los especialistas venezolanos, en la preparación de proyectos de obras de protección de cuencas, ante flujos torrenciales. Todo esto fue modificado a partir de conceptos equivocados por Corpovargas. El debate conceptual ha sido zanjado por la naturaleza:
el colapso de las torrenteras (la de la quebrada de Mamo ni siquiera fue construida y hoy allí está una de las peores zonas de desastre) habla por sí solo.
Como lo advirtieron durante años tanto el propio Carlos Genatios, ex ministro de Ciencia y Tecnología y jefe de la AUAEV, institución que llevó a cabo los diseños que hoy recordamos, así como el diputado Pedro Castillo, todo se hizo de modo tal que una lluvia fuerte no podía dejar de producir la calamitosa situación actual. ¿Esto se va a quedar así? ¿Por esto no responde nadie?¿Nadie va pedir cuentas por esto? ¿Chávez no se siente obligado a explicarle al país cuál es su responsabilidad en la actuación de sus funcionarios? Después que terminen los trabajos de rescate y de recuperación esencial en Vargas es necesario abrir una investigación a fondo sobre lo actuado en esa infortunada región, donde la peor desgracia, por lo visto, no ha sido la de origen natural sino la presencia de gente incompetente al frente de los organismos encargados de protegerla.