Rapiña, por Teodoro Petkoff
De dónde salió el rumor de la venta de Citgo? Pues del hecho de que unos caballeros de los nuevos y “patrióticos” gerentes de la industria estuvieron en Estados Unidos, tocando unos bancos de inversión, tanteando la posible venta de la empresa, a precio de remate, pero con una comisión gigantesca para los encargados de promover el guiso.
Lo que está ocurriendo en Pdvsa en materia de corrupción deja como caperucitas rojas a los mayores trajinadores de la Cuarta. Es una caída y mesa limpia de enormes proporciones. Uno de los nuevos directores de finanzas llegó preguntando quién se encargaba de las colocaciones en los bancos porque él quería asumir esa tareíta.
Alguien se vio obligado a informarle que las comisiones que pretendía embolsillarse tendría que cobrárselas al Banco Central, porque es en éste donde se encuentran las colocaciones de la empresa petrolera.
Las facturas por ventas de petróleo se vienen acumulando y ya su monto alcanza cifras superiores a los 1.500 millones de dólares. La razón del retraso es doble: por un lado, el desconocimiento de la mecánica de cobro por parte de los gerentes “patrióticos” ; por el otro, porque las comisiones que pretenden han espantado a los deudores hasta ahora contactados.
La guerra a muerte que se ha desatado a lo interno de Pdvsa más que contra los “saboteadores”, tiene lugar entre los clanes del PPT y del MVR, con el añadido de algunos subclanes “independientes” que también aspiran a sacar su tajada de poder…
y de plata. Ya en un editorial anterior alertábamos acerca de la voracidad del PPT, cuyos activistas le han caído encima a Pdvsa cual marabunta, tropezando con un MVR que cada día se siente más minusválido ante su socio.
La gravedad de estos hechos que en forma de tips hemos presentado no habría manera de exagerarla. Al enorme daño que de por sí le causó el paro a la capacidad operativa de la industria se suma tanto la brutal retaliación política que ha aniquilado el cerebro de la empresa, como la completa falta de conocimientos y experiencia de muchos de los supuestos sustitutos y la corrosiva raspada de olla que se está haciendo. Restablecer en Pdvsa los niveles de excelencia que la caracterizaron -aun con todos los defectos que se le pudieran imputar, tomará mucho tiempo, si es que alguna vez se logra que los alcance de nuevo.
Un mínimo de sensatez aconsejaba una política completamente diferente a la aplicada a unos trabajadores a los que se ha tratado como prisioneros de guerra. Un despido tan masivo no es otra cosa que una venganza y está lejos de ser una conducta patronal realista. Las consecuencias las va a pagar el país entero. Pdvsa como botín de guerra anuncia para la empresa un destino poco diferente del que han corrido el Seguro Social o Cadafe. Esos “guardianes de la revolución” que tienen montado un templete frente a la sede de La Campiña de quien deberían protegerla es de la banda de zamuros que revolotean dentro de sus oficinas.