Reapertura petrolera, por Teodoro Petkoff
Yo-El-Supremo padece de un grave complejo: el de que todos sus afanes carecen de una épica. Por eso se empeña en inventarla. Quiere hacer del 4F su Cuartel Moncada. Pero, atacar un cuartel del ejército a la cabeza de un puñado de combatientes contra una dictadura militar, no es lo mismo que alzar el regimiento de paracaidistas y utilizar las armas que les ha confiado la República a sus soldados, para volverse contra un gobierno legítimo. En el primer caso se actúa desde fuera del Estado contra el gobierno; en el segundo se procede desde dentro del Estado, para atentar contra el gobierno. En el Moncada hay heroísmo; el 4F es un vulgar golpe de Estado, una felonía. Cuando, a su vez, le tocó enfrentar un golpe de Estado, el 11A, también terminó rindiéndose. Pero en lugar de asumir la sensatez del acto político que fueron sus dos rendiciones, y afincarse en eso, en la visión estratégica que ello demostraba, borra esos momentos de su narrativa y se empeña en falsificar la historia e inventar epopeyas inexistentes.
Igual le ocurre con el petróleo. Ya que la verdadera nacionalización fue la que hizo CAP en 1976, cuando las compañías extranjeras fueron sacadas de cuajo del negocio petrolero venezolano, pero sin conflicto, puesto que eran tiempos del primer gran boom de precios, cuando prácticamente todos los países productores pudieron aprovechar la circunstancia para nacionalizar sus respectivas industrias, ahora Yo-El-Supremo quiere inventar también, de la nada, una epopeya petrolera.
No hay tal. Hoy como ayer, que la República asuma el control de las empresas mixtas que fueron creadas con la Apertura, tiene sentido en medio de esta fenomenal bonanza petrolera. No es Lázaro Cárdenas nacionalizando el petróleo mexicano, ni Mossadegh haciendo lo propio en Irán. No es ninguna batalla mortal contra el imperialismo sino una simple operación financiera, con la colaboración de las transnacionales.
Pero en lugar de asumir como un valor la sensatez de una toma de control no traumática, mediante la mera adquisición de acciones, hasta por el 60% del total accionario de las empresas de la Faja, Yo-ElSupremo habla como si las estuviera echando del país, en batalla heroica contra “el imperio”. Sin embargo, resulta que las compañías transnacionales permanecen aquí, como socias de Pdvsa, con el 40% de las acciones. En lugar de valorar esto como un acto de prudencia, el Presidente habla como si las transnacionales estuvieran atrincheradas con tanques y cañones, y él las estuviera sacando al frente de nuestras heroicas tropas patrióticas. Habla de “nacionalización”, cuando lo que hay es “asociación”, la misma apertura petrolera, pero con nueva correlación accionaria; apertura, en fin de cuentas, como en el Delta, como en el Golfo de Venezuela.
Además, ¿a qué vienen mentiras tan ridículas como esa de que del petróleo que extraían las operadoras de la Faja no nos quedaba nada?
Chávez es un cobero compulsivo.
Aparte de impuestos sobre la renta y regalías nos quedaban dividendos por la porción accionaria de Pdvsa, que en ningún caso era inferior a 30% y en uno de ellos era de 49% .
Algunas almas pías calificarían esto de nacionalismo revolucionario, pero quien se acerca descubre mucho ruido y pocas nueces.