Recuperando el tiempo para cocinar, por Marianella Herrera Cuenca
2020, año de la pandemia. No hay manera de ver el futuro, es un futuro incierto a todo nivel y vivir en la incertidumbre es difícil. La existencia se complica y la vida pareciera un problema, y a nosotros los venezolanos que ya hemos entendido que la cotidianidad puede complicarse al máximo, ahora nos toca vivir encerrados, o teniendo que salir a pesar del mandato de encierro, teniendo que hacer el esfuerzo de conseguir alimentos para alimentar a la familia, y a uno mismo.
Pero en esta debacle hay algo positivo que sucedió, a favor de todos y a pesar de todo: el tiempo para cocinar se ha recuperado. No importa si tenemos un alimento, dos, tres, cuatro o cinco. Nos pasamos el día pensando en qué se va a comer.
Ya desde la pre-pandemia, y por el costo elevadísimo de los restaurantes, ya no se podía asistir a ellos, pues no era algo accesible, las comidas caseras comenzaban a incrementarse, el uso de las loncheras permeó en cada oficina, en cada hospital, en cada escuela, en cada universidad. Y ahora, en plena pandemia, estamos en un momento único: tenemos que cocinar en casa, pero para comer en casa también tenemos que hacer magia con lo que hay, variar lo que tenemos para poder comer sin aburrirnos.
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Hace medio siglo atrás, las personas dedicaban al menos una hora al día para cocinar los alimentos, luego con los alimentos listos para consumir y la comida rápida, el tiempo de cocina fue disminuyendo para sustituir de una manera importante la comida hecha en casa por comida hecha fuera de ella en todas sus versiones.
Hace un par de décadas se estudió el tiempo que se dedicaba a la cocina y no llegaba a los veinte minutos diarios, una tremenda disminución en la inversión del tiempo para preparar los alimentos en casa. El “no tengo tiempo” para cocinar había ganado una batalla sin precedentes. La ausencia de la familia a la hora de las comidas se sentía desde la cocina sin aromas, hasta la mesa vacía. Cambió la madre que antes cocinaba, y en sus nuevos roles quizás por aquello de ¿por qué a mí es la que me toca cocinar? Con una rebeldía totalmente comprensible hizo un punto en su vida, la familia cambiaba y cambiaban los roles, cambiaba la cocinera para dar paso al cocinero, cambiaba la mesa puesta y el lugar de la comida.
Pero es que cocinar en casa no solo es cocinar para comer y alimentarse, también es para socializar con la familia y amigos, es para compartir la mesa, es para conversar en sobremesas que ayudan a tejer sueños, a recibir consejos, y a darlos, para planificar la salida del fin de semana o contar como nos fue durante el día.
Es la hora de los padres para compartir con los hijos en familia. Es la hora para darse cuenta quien esta y quién no. Y es ahora con el encierro, que la vida nos pone en el reto de: ¿qué vamos a comer ahora? Y es que hay que planificar el desayuno, el almuerzo y la cena.
No se bota nada, se ahorra todo, se optimiza todo, con lo que tenemos nos ponemos creativos, utilizamos todo, y nos hemos reencontrado en la cocina como el espacio fecundo que siempre ha sido.
Las comidas en familia al menos una vez por semana, disminuyen el riesgo de los adolescentes de utilizar drogas, la comida casera disminuye el riesgo de obesidad, comer al lado de tus padres y tu familia mejora tu autoestima. Son razones de sobra importantes para comer en familia, para cocinar en casa. Pero antes “no teníamos tiempo”, no se podía, o había algo más importante que hacer.
Ahora lo sencillo se volvió lo importante: cocinar un huevo revuelto hoy, cocido en trocitos y con vegetales mañana, en ensaladas pasado mañana y quizás para rendirlo usamos las claras por un lado y las yemas por el otro. Nos reinventamos para hacer varios platillos con lo mismo, crema de caraotas, caldo de caraotas y caraotas refritas, arepa con caraotas, arroz con ají dulce y caraotas.
Las frutas de estación caen bien, y aquel mango verde, ese que no podemos esperar a que madure, se convierte en jalea de mango, hay acción en las cocinas, si tienes suerte y pasas por una calle sientes los aromas recuperados, la cocina casera recuperada, a nuestro pesar ¿Obligados? Se creará un hábito, los hábitos necesitan unos 3-6 meses para cambiarse, ya llevamos 100 días de encierro y cocinando, que viva la cocina casera, que cuando termine la cuarentena habrá distintas maneras de vivir y una de ellas será con comida casera hecha por nosotros mismos, y compartiendo en familia, luchando para que todos dejen el celular a un lado, pero eso ya es otro tema…. ¡vaya algo bueno, por fin!