¡Renuncia, Luisa Estella!, por Teodoro Petkoff
Que el Tribunal Supremo de Justicia de nuestro país es objeto de mofa en los círculos jurídicos del continente ya es cosa bien sabida, pero su última pirueta ha hecho del gran edificio situado a los pies del Ávila un escenario de teatro guiñol.
De Luisa Estela Morales y su combo se puede esperar cualquier cosa, de modo que no hay que sorprenderse demasiado de la sentencia sobre el caso de Leopoldo López. Aun así, Doña Estela se ha superado a sí misma.
Una sentencia que podría denominarse “SÍ pero NO” no se ha visto jamás en los anales del foro venezolano y, seguramente, en el del ningún país del mundo. La señora debe haberse roto la cabeza pensando en la interpretación para complacer al jefe ausente, ya que no podía pedirle consejo directamente.
Al fin dio con una fórmula que no puede calificarse sino de maravillosa. Leopoldo López, según Estela, tiene todos sus derechos políticos en orden. Puede ser precandidato en las primarias de la oposición, puede hacer campaña e, incluso, podría ganarlas. Peeeeero, si resultara ser el candidato de la oposición, por voluntad de los electores en las primarias, y si ganara las presidenciales, entonces el TSJ “verá” si puede ejercer el cargo.
Sin embargo, Estela parece que no se leyó la sentencia porque en ésta no dice lo que ella dijo. Pura confusión, que es lo que quiere el gobierno. Esta irresponsabilidad crea una inestabilidad en el proceso electoral en un país ya suficientemente convulsionado. A Luisa Estela le sale renunciar.
La sentencia trata de estar bien con Dios y con el Diablo o, para decirlo en el neolenguaje chavista, bien con la Revolución y bien con la Contrarrevolución. Por un lado pretende ajustarse a los compromisos internacionales que hemos suscrito y que la Constitución recoge en sus artículos 23 y 31.
En el primero, la República hace suyos, dándoles rango constitucional, a los tratados, pactos y convenciones suscritos y ratificados por Venezuela y reconoce que prevalecen en el orden interno. En el siguiente, el 31, la Constitución ordena que el Estado adopte las medidas que sean necesarias para dar cumplimiento a decisiones emanadas de los órganos internacionales previstos en este artículo, que no son otros que los que atañen a la protección de los derechos humanos.
O sea, al TSJ no le tocaba otra cosa que tomar las disposiciones para asegurarle a Leopoldo López los derechos que la Corte Interamericana le reconoció. Puesto que estos artículos constitucionales no tienen discusión ni pueden ser objeto de interpretaciones leguleyas, Doña Estela decidió que no le quedaba más remedio que atenerse a ellos.
Pero luego le brotó de la sesera la solución mágica: cumpliremos con todo, pero si el hombre ganara el derecho a ser candidato contra Chávez entonces ya inventaremos la jurisprudencia para anularlo. En definitiva, sí, pero no. Leopoldo puede ser candidato pero que no se le ocurra ganar porque entonces el TSJ tendría que batir el record que impuso antier.
Esto nuevamente pasa el balón a la cancha de la OEA. La decisión del TSJ es una burla a la juridicidad interamericana. Ese organismo está obligado a pronunciarse. Al gobierno venezolano no se le puede admitir un comportamiento que violenta toda la armazón jurídica de la OEA.
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