Día de la Resistencia indígena, por Teodoro Petkoff
Guerra asimétrica: de eso fue lo que los indios pemones de La Paragua le dieron una lección práctica a un pelotón de nuestra Fuerza Armada. Chacumbele, en sus fantasías sobre la invasión gringa que tiene catorce años esperando, se la pasa explicando eso de la guerra asimétrica, con la cual supuestamente haremos frente a la “planta insolente del invasor”.
Pues bien, los pemones se dejaron de tonterías y armados con arcos y flechas, emboscaron y obligaron a rendirse a un pelotón de 25 infantes de Marina, a dos coroneles, a un teniente coronel y a un teniente. No causaron una baja; no hubo ni muertos ni heridos en lo que el inefable Rangel Silva calificó de “situación extraordinaria”.
Y, en efecto, bien extraordinaria que fue. Que un grupo de indígenas provistos de armas prehistóricas hayan derrotado a una treintena de soldados de la FAN, seguramente armados de Kalashnikovs, fue realmente increíble.
Pero más allá de este episodio casi inverosímil, se esconde la tragedia que viven los pequeños mineros de Guayana, en particular si son indígenas. En 2006 el mismo poblado de La Paragua fue escenario de una masacre atroz, cuando unos efectivos de algún componente de la FAN entraron a saco en la pequeña villa, mataron a ocho indígenas, mineros todos, y crearon un estado de terror en toda la zona.
Si los asesinos fueron llevados a juicio o no nunca se supo, pero lo que sí es evidente es que ya los pemones se cansaron de abusos y atropellos y decidieron no tolerarlos más. Las arbitrariedades contra los indígenas son tradicionales pero desde la llamada “nacionalización” del oro (otra de las farsas de la “revolución bonita”, que tan hipócritamente se jacta de su “indigenismo”), los mineros artesanales se han transformado en víctimas propiciatorias de los que aprovechan el uniforme militar para cometer toda clase de tropelías y, de paso, lesionar el propio prestigio de la institución armada.
Literalmente, los mineros artesanales son atracados y despojados de las pequeñas cantidades de oro que extraen. De hecho, una de las informaciones que ruedan por Guayana, que debería ser verificada, es que el teniente detenido por los pemones portaba un koala con tres kilos de oro.
Mas, el problema no se reduce a los atropellos contra los indígenas sino a que estos forman parte del fracaso de toda la política aurífera del gobierno “bonito”. Al tiempo que se agrede a los pequeños mineros, se lleva a la quiebra a la principal empresa productora de oro del país, la estatal Minerven.
Esta empresa, que en sus buenos tiempos producía miles de kilos de oro anuales, hoy no va más allá de unos pocos centenares. Es otro ejemplo del fracaso de lo que el corresponsal guayanés de TalCual, Damian Prat, denomina “estatismo salvaje”.
Al mismo tiempo que se lleva a la quiebra y se saquea Minerven, se hostiga permanentemente a los mineros artesanales, por otro lado se firman unos acuerdos para la explotación del oro con empresas rusas, en condiciones tan opacas que nadie conoce realmente el alcance de esos acuerdos y cómo queda la República en ellos.
En todo caso, vamos a ver si la lección de guerra asimétrica que dieron los pemones sirve para que la Guayana profunda deje de ser tierra de nadie y llegue la ley a esos predios.
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