Rochela burocrática, por Teodoro Petkoff

Un humorista inglés, Parkinson, hizo famosas unas “leyes” que llevaban su apellido, entre las cuales sobresalía la que explicaba cómo crece la burocracia estatal, gracias a un mecanismo de autorreproducción interminable. En las últimas semanas el gobierno está viviendo un frenesí burocrático que ilustra adecuadamente la Ley de Parkinson. Ya han sido creados varios ministerios nuevos, uno de los cuales ha cambiado de nombre y titular en dos semanas, en lo que parece ser una fenomenal orgía de improvisación. Hace quince días Nelson Merentes fue designado ministro de Estado para la Economía Social, colocando bajo su conducción a todos los organismos financieros del Estado (Bandes, Banco Industrial, bancos del Pueblo y de la Mujer). Ayer este ministerio desapareció y de su sombrero el Presidente sacó otro, parecido, pero con otro nombre y otro ministro. Elías Jaua deja el Fides y ahora será el encargado de un parapeto denominado Ministerio para la Economía Popular, al cual se adscriben el INCE, la Superintendencia de Cooperativas y varios institutos de microfinanciamiento (Microfinanzas, bancos del Pueblo y de la Mujer), amén del Instituto Nacional de Desarrollo Rural —que se le arrebata al Instituto Nacional de Tierras, donde fue a parar Eliécer Otaiza desde el INCE. Puro enroque en esa pequeña oligarquía que ejerce el poder. El flamante ministerio de Merentes duró apenas una semana. Ahora, de Ministerio de Estado para la Economía Social, pasará a llamarse Ministerio de Estado de Financiamiento para el Desarrollo, a cargo, entre otros, del Bandes y del Banco Industrial. Merentes continuará al frente de este organismo, que ahora no tiene a los pequeños bancos de financiamiento popular, que fueron a parar al despacho de Jaua.
Lo menos que se puede decir de esta rochela es que parece estar determinada por un elevado grado de improvisación.
No es que la creación de todo organismo público sea una perversión burocrática. Una administración dinámica puede exigir la creación de las palancas necesarias para su funcionamiento y, en este sentido, tal vez el único de los ministerios creados que se justifica es el de la Vivienda, porque articula distintos organismos encargados de la política habitacional, que hasta ahora operaban adscritos a un sobrecargado Ministerio de Infraestructura. Pero todas esas movidas en apenas dos semanas lucen como palos de ciego, que no parecen derivar de estudios previos, que hubieran determinado la pertinencia de aquellas. De lo contrario no habría tanto desorden y piratería.
Pero lo que sí se puede dar por seguro es que ahora viene ese aberrante proceso en que cada nuevo despacho se dotará de sedes, automóviles, choferes, guardaespaldas, porteros y una burocracia autorreproductiva, con sus directores generales, de línea, de sección, cuya única función será llenar planillas y escribir informes que nadie leerá, probablemente con grave perjuicio para los organismos que le están adscritos a cada ministerio. Una vez más se cumplirá la Ley de Parkinson.