Salir del Shock, por Teodoro Petkoff

La declaración de Súmate, publicada ayer, abre espacio para una reflexión no sólo importante sino también urgente. En efecto, si “sin evidencias contundentes no se puede hablar de fraude”, surge una pregunta cuya respuesta es demasiado significativa para abordar el inmediato futuro electoral regional. ¿Qué tal si no hubiera habido fraude? ¿Qué tal si los resultados del RR reflejan la voluntad de los electores?
Hoy aparece una declaración de la Cantv que reafirma, con razones técnicas, lo que sostuvieran dirigentes de la CD, antes del RR, acerca de la idoneidad del sistema automatizado de votación. Es muy recomendable su lectura porque ella conduciría a otra pregunta: ¿No será, pues, que el voto continúa siendo un instrumento democrático confiable y que renunciar a utilizarlo podría dejar a la enorme masa que constituye al menos el 40% de la población electoral sin alternativa alguna frente al poder?
Despejar rápidamente este asunto es crucial para el futuro inmediato y también para el largo plazo. Hay que salir del shock, de la depresión y de la rabia para examinar con mayor frialdad y lucidez lo ocurrido. Porque, si ahora con cautela dice Súmate que “los patrones numéricos conseguidos en las actas no constituyen una prueba concluyente de fraude” (El Nacional de ayer, página A3) ; si la Cantv da cuenta de la “total efectividad” con la cual cumplió sus responsabilidades en el RR (que, a propósito, no fueron sólo las de la transmisión de datos sino también las de la coordinación del trabajo de más de 11 mil operadores de las máquinas) ; si el resultado de las elecciones manuales, que constituyeron una muestra gigantesca (un millón de personas) de la población electoral más humilde confirma la tendencia general registrada en el conjunto de los electores de las zonas populares; si la OEA y el Centro Carter (cuyo aval previamente se consideraba suficiente para aceptar los resultados) no se “precipitaron” sino que apreciaron correctamente la realidad; si las exit polls, que ahora son presentadas como las Tablas de Moisés, no fueran suficientemente confiables, como nos explicaba uno de los más importantes encuestadores venezolanos (cuyas propias exit polls, por cierto, habían detectado la tendencia a favor del No desde muy temprano) ; si, en fin de cuentas, no parece ser casual que todas las encuestas previas (con excepción de la de la UCV) hubieran dado al No como ganador, ¿no será entonces que es necesario salir del aturdimiento producido por los resultados y comenzar a admitir que las evidencias indican que Chávez ganó el RR, pero que también se puso de manifiesto la existencia de una poderosa fuerza de opositores, que ganó en Caracas y en las ciudades más importantes del país, que incluso en las barriadas populares donde es fuerte el chavismo, representa entre el 30 y el 40% del electorado y que sería un acto de extrema irracionalidad y también de irresponsabilidad, que la gente se deje ganar por el despecho y no ponga en juego esa enorme fuerza en las elecciones regionales? No rendirse es algo que va más allá de la retórica.
Es dejar de elaborar “teorías” consoladoras sobre el “complot” entre Bush y “ese viejo pajúo” de Carter, dizque para favorecer los intereses petroleros del imperialismo, con la complicidad, no faltaba más, de la oligarquía colombiana, representada por “ese colombiano de mierda” que sería Gaviria; es dejar de andar creyendo en esos pajaritos preñados del “supertécnico ruso” que habría trampeado las máquinas y otras zarandajas parecidas, y reconocer más bien que algo debe haber pasado desde hace años en el país para que un discurso de redención social, en boca de un líder de fuerte perfil, que sabe comunicarlo, y que a pesar de encabezar uno de los peores gobiernos que podamos recordar, logre mantener aún el afecto y el respaldo de millones de compatriotas, que no es que “venden” su voto, como expresa cierta “ideología” sobre la que se sustenta la desaprensión y la ceguera de algunos dirigentes frente al desamparo de cada vez más gente en las barriadas humildes, sino que se identifican todavía, aunque, ojo, decrecientemente, con ese vendedor de ilusiones y esperanzas que es Hugo Chávez. Digerir todo esto y metabolizarlo es indispensable para no rendirse, sobarse los morados y volver al centro del ring a fajarse.