Saludable política, por Carolina Gómez-Ávila
El 7 de abril de 1948 nació la Organización Mundial de la Salud (OMS), un organismo de las Naciones Unidas destinado a gestionar políticas de prevención, promoción e intervención internacional en asuntos relacionados con la salud, según una amplia definición que comienza por la ausencia de enfermedades.
La OMS está integrada por 196 estados; el problema es que el mundo tiene hasta 206, según quien los cuente. Algo meramente político porque ¿qué otra cosa son los estados sino entes políticos y las organizaciones internacionales sino las relaciones políticas de cada uno de ellos con el resto?
Como la geografía y la biología no entienden esto, los virus no se inhiben de infectar a quienes viven en Kosovo, Osetia del Sur, Abjasia, Nagorno Karabaj o Taiwán, a pesar de que no son reconocidos por la OMS.
Y si dicho así le parece chocante, supongo que considerará que es una discriminación letal cuando la traduzca en vectores que contagian sin control.
Por eso me parece inaceptable que el director de la OMS -Tedros Adhanom Ghebreyesus- nos pida sin parpadear que no politicemos la pandemia. Lo dice desde un ente que es político desde su conformación y cuyas decisiones se toman en función del interés político de sus miembros. Más: él mismo fue elegido con criterios políticos para representar esos intereses.
La salud es una cuestión política porque es de interés público. De lo contrario no habría políticas de salud ni el derecho a ella estuviera contemplado en todas las constituciones. Pedir que no se politice es demagógico. Muy distinto es evaluar los criterios políticos que se le aplican, comenzando por entender que las vidas son recursos y la gobernanza es lograr que esos recursos estén conformes cumpliendo el pacto social. Sí, la salud mundial es de clara importancia política y apoyo que siga siéndolo.
Ahora bien, sobre si se cumplieron los criterios técnicos para declarar pandemia o si se le ocultó información al público, no podemos estar seguros. Pero las declaraciones de Donald Trump, Emmanuel Macron y Boris Johnson nos invitan a pensar que sí. De su parte está propiciar para una investigación al respecto y espero que si hubo irregularidades se nos aclare si fue por corrupción, después de minuciosas auditorías a la directiva y sus relacionados para detectar blanqueo de capitales.
Si algo de esto sale a la luz, querré que sean llevados a juicio y desearé que se cree un cargo nuevo porque “crímenes de lesa humanidad” me sabe a poco. Y de ser hallados culpables, cárcel para ellos y para sus cómplices. Y decisiones sin precedentes, muchas más de las que tomó la Comisión Volcker cuando desenmarañó el gigantesco escándalo de corrupción que con el que, bajo el nombre de “Oil for food”, renombradas figuras de las Naciones Unidas coludieron para enriquecerse junto al tirano Saddam Hussein.
Todo eso quisiera. Todo, menos que desaparezca la OMS porque el mundo necesita que un organismo se ocupe de cuidarnos en casos como el que vivimos. Seguro que deberá ser depurada, sus protocolos corregidos y nuevas fiscalizaciones añadidas para proteger a la especie de la manera políticamente adecuada: dándole prioridad al cuerpo humano antes que a los mercados u otros intereses.
El 25 de febrero de 2020 se registraba presencia del SARS-CoV-2 en todos los continentes pero la declaración de pandemia no llegó hasta el 11 de marzo, 15 días después ¿o debí decir, miles de muertes después? Se necesitarán modelos matemáticos para calcular las vidas que hubieran podido salvarse si todas las fronteras se hubieran cerrado oportunamente y las medidas de prevención se hubieran aplicado sin vacilaciones. Aquí cabe preguntarse si las malas decisiones de los gobiernos de varios países sólo fueron el reflejo del pobre liderazgo, tibio e indeciso, de la OMS.
Nada le resta responsabilidad a la directiva de la OMS, ni que el virus haya salido de un laboratorio ni que los mandatarios equivocaran sus políticas internas. Xi Jinping no adquirió el compromiso de cuidar a los seres humanos, ¡pero la OMS sí! Una investigación adecuada debe arrojar luz sobre si el Gobierno chino tiene alguna culpa directa y el tamaño de la de los empresarios de ese país que elaboraron y vendieron miles de pruebas rápidas y mascarillas prácticamente inservibles.
El desastre está aquí pero no creo que la humanidad se extinga. Seguramente habrá tiempo para aclararlo todo pero no creo que haya que esperar para comenzar a hacerlo. Tampoco creo que debe relegarse la discusión pública: jugaron con nuestras vidas, aún lo hacen. Y no me cabe duda de que se debe comenzar por la OMS, primero allí la investigación, primero allí el proceso punitivo y primero allí la corrección.
Por saludable política, esto no es para después y sí debe politizarse.