Se agitan las aguas en el PSUV, por Simón Boccanegra
Al poderoso dedo de Chávez como que se le está acabando la batería. Hay una verdadera rebelión en las bases del PSUV y en los partidos aliados que conforman el Polo Patriótico. La gente no se cala candidaturas impuestas, en cuya selección su opinión no es consultada. El propio Chávez se sintió obligado a dejar en la cuneta a seis de sus escogencias de hace cuatro años, porque la protesta contra ellos en sus estados le hacía imposible repetirlos.
Pero ahora, resulta que en Trujillo, en Mérida, en Bolívar y en otros sitios, el pueblo chavista está en desacuerdo con los respectivos dedazos y pide rectificación. La cuestión es siempre la democracia. No se puede empoderar al pueblo impunemente. La gente del chavismo siente que tiene un poder y lo usa. Chávez tendrá que revisar su modo de proceder, so pena de que de pronto la gente en lugar de apuntar a los beneficiados por el índice de su jefe la coja precisamente con el propio dedo. Pero, por ahora, queda un asunto pendiente. Cabezas en Trujillo saltó porque sus copartidarios denunciaron su corrupción; Rangel Gómez en Bolívar es acusado también de corrupción por los chavistas y así ocurre en varios otros casos. La solución de sacarlos del cargo es casi un premio. Si cometieron delitos de corrupción, ¿no deberían ira a parar a los tribunales? ¿El robo de los dineros públicos no es un delito? En Mérida, por cierto, el brollo en el PSUV llegó al nivel de las trompadas estatutarias. Tuvo que trasladarse toda la dirección del partido a Mérida para imponer el candidato de Chávez. La «radicalización» de la revolución comienza, por lo visto, por tratar de volver al PSUV una manada de ovejas, que sólo atiende a la voz del amo.