Se le encoge el mundo a Chacumbele, por Teodoro Petkoff
Aquellos que ven a Chávez como una mole invulnerable y todopoderosa harían bien en pasearse por lo que le está ocurriendo en el plano internacional, en el cual su comportamiento ha sido tan «chacumbelesco» que él mismito se ha venido matando. Aunque sería un despropósito decir que está aislado internacionalmente (nadie con una chequera tan gorda se aísla completamente, por muy torpe que sea), lo cierto es que de error en error ha ido reduciendo su propio margen de acción de modo muy significativo.
En Europa, la derecha, que en los primeros años se permitió cierta indulgencia con el gobierno venezolano, ya hoy no tiene ninguna; pero esto Chacumbele lo daba por descontado. La que sí no daba por descontada era la reacción de las grandes fuerzas de izquierda (socialistas y social-demócratas). Y en este campo, ya ninguna de ellas (PSOE de España, Demócratas de Izquierda en Italia, Socialistas de Francia, Laboristas ingleses, Socialdemócratas de Alemania, por mencionar algunas de las de mayor peso en Europa) se hace la más mínima ilusión con la «revolución venezolana».
Los españoles, incluso desde el gobierno, han expresado fuertes críticas al comportamiento de Chávez. La gota que derramó el vaso fue la visita a Bielorrusia. Este país, que aquí nadie conoce, en Europa es visto como la última dictadura totalitaria sobreviviente al derrumbe de la URSS. El «hermano Lukashenko» es un personaje impresentable en Europa y asociarse con él no es propiamente un aval para nadie. De igual manera, el «hermano Ajmadineyad» despierta fuertes aprensiones en Europa, donde resulta incomprensible la «alianza estratégica» que el gobierno venezolano proclama con aquel. Esto, sin hablar de los grandes medios europeos, entre los cuales hasta The Guardian, en Inglaterra, que lo trataba con simpatía, ya son fuertemente críticos. En Europa, pues, Chávez literalmente carece de interlocutores y en el caso de Sarkozy, se trata de una situación completamente coyuntural, propiciada propiciada por la intervención de Chávez en la procura del rescate de los secuestrados por las FARC.
Pero es en América Latina donde Chacumbele debe tener razones para sentirse preocupado. Su conducta errática le ha ido ganando crecientes fricciones con gobiernos que consideraba amigos.Ya son inocultables las divergencias entre las agendas políticas y económicas de Brasil, Uruguay y Chile con las de Chávez. La idea de un «bloque» suramericano liderizado por Chávez puede considerarse depositada en la cesta de la basura. Más aún, no es casual que Ecuador no se haya incorporado al ALBA y que este club sea más bien una fantasmagoría donde tres países de muy escasos recursos (Cuba, Nicaragua y Bolivia) reciben ayudas económicas de Venezuela. Por cierto, bueno es apuntar que parte del descrédito de Chávez proviene de las miles de promesas que hace y nunca cumple. Ha ofrecido construir 23 refinerías en distintos países, sin que ninguno le haya visto el queso a la tostada. Brasil, incluso, ya decidió prescindir del socio venezolano para la refinería de Pernambuco.
Puentes, carreteras y hospitales ofrecidos todavía no han visto la colocación de la primera piedra.
En definitiva, el efecto Chacumbele ha operado con mucha fuerza en el exterior. El ingreso a Mercosur está en stand byy con el rabo entre las piernas estaría considerando el retorno a la Comunidad Andina de Naciones, de donde nunca debió retirarse.
Esta clase de errores se pagan caros. Incluso, los aparentemente triviales, como el que le alienó toda simpatía de la presidenta Bachelet. En una cumbre suramericana, mientras argumentaba a favor del cambio de nombre de la comunidad del subcontinente y destacaba la importancia de los nombres, a Chávez se le ocurrió decir que si él tuviera una yegua que quisiera ganadora no le pondría por nombre «Rosita». Ante semejante exabrupto machista, la doctora Bachelet arrugó el rostro y le echó la cruz a su colega.
Así andan las cosas por el mundo, donde el ladrillo en el cual baila Chacumbele es cada vez más estrecho.