Se llamaba Elys Figuera, por Beltrán Vallejo
Mail: [email protected]
Este es el peor escrito de mi vida, pero debo redactarlo para elevar una reflexión para los lectores de este prestigioso medio de comunicación.
El pasado 25 de septiembre, en horas de la madrugada, falleció mi esposa, la enfermera y docente Elys Figuera, oriunda de la población de Cariaco, madre de dos hijos, integrante de una bella y respetada familia de esa comunidad y esposa de este servidor con el que compartió casi 25 años de su vida.
Ella era trasplantada de un riñón y, en los últimos meses, afectada por una estenosis en una arteria renal. Se encontraba batallando en Caracas para lograr que le realizaran una operación, y mientras tanto se tuvo que aplicar diálisis; después que salió de una de esas sesiones, falleció con una tensión a mil y producto de un infarto.
Mi esposa Elys formó parte de ese océano de gente sufrida y desgraciada que representan los enfermos renales y trasplantados en este país de mierda.
En los últimos años, conseguir los medicamentos de alto costos fueron un calvario; esos eran los medicamentos que garantizaban el pleno funcionamiento de su riñón trasplantado. Y después, para lograr que se realizara una operación para cambiarle un stent en una arteria también fue una tragedia. Después, la aplicación de las diálisis para bajar algo sus valores se convirtió en un paredón de fusilamiento.
Pero en sí, ella es el resumen de la aciaga existencia de los enfermos renales, y en sí también de la gran mayoría de los que padecen enfermedades crónicas en Venezuela.
En toda esta experiencia, al lado de ella con sus padecimientos, me di cuenta de que su lucha titánica fue una lucha en solitario, y eso me lleva a reflexionar que los enfermos crónicos deben mejorar su organización y acompañarse mutuamente, coordinarse, articular y movilizarse. Entendí que en esta sociedad no son prioridad; en tal sentido, un enfermo renal no puede solo con lo que le toca enfrentar. No puede solo.
Yo no usaré la muerte de mi esposa para transitar la diatriba política; sería algo escatológico. Lo que sí es que los enfermos crónicos en Venezuela, y en particular los renales, solo tienen garantizado una cosa, en la gran mayoría de ellos, y es la muerte, y no después de largos años, sino de manera pronta y fulminante.
Es necesario, entonces, organizarse para afinar estrategias, plan de trabajo y de lucha, y conseguir apoyos para que esos medicamentos de alto costo no falten y para que los hospitales funcionen y operen, para que las farmacias tengan los medicamentos garantizados y a costos solidarios.
Lea también: Pacientes renales en Venezuela no pueden esperar más, su vida depende de Maduro
No debe haber más un enfermo renal sin apoyo de un movimiento organizado que apalanque sus gestiones para vivir con digna calidad de vida. Repito, mi esposa batalló sola todos estos años, y eso no puede continuar.
En lo que a mí respecta, y en homenaje a mi esposa fallecida, esto:
A veces pienso que no estás muerta,
que solo te fuiste por un instante,
pero la realidad se impone, y es brutal.
Es en ese momento que duele cada parte de mí.
Es en ese momento en que todo es negro.
Pero no voy a caer;
no voy a caer porque no seré digno de recordarte.
Te amaré siempre.
Te amaré siempre.
Disculpen mis lectores, pero no evado el dolor y quiero gritarlo a los cuatro vientos. Y en medio de esa tempestad, que no quiere acabarse, debo levantarme para seguir con ustedes y seguir expresando mi pensar, que también fue el pensar de ella. Hoy escribo con mi alma derretida.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo