Se rajó Chacumbele, por Teodoro Petkoff
¡Tronco de reculada! Su Alteza Chacumbele se cayó de rabo. A esto no hay que darle muchas vueltas. La única explicación posible para esta espectacular rajada es el pánico que le produjo la lectura de encuestas. Descubrió que está perdido, que el país, incluyendo parte del que lo sigue, no quiere verlo más allá de enero del 2013 y que su enmienda no tiene vida. El Papá de los Helados se rindió ante la evidencia de que ya no es el de antes, que su magia se va desvaneciendo y, bajando la cerviz, apeló a la manada de borregos a la cual negaba el derecho que se atribuía sólo a sí mismo. Su Alteza Real descubrió que para su plan de presidencia perpetua necesita de los otros, de esos mismos de los cuales decía que no quería verlos convertirse en «caudillitos regionales». «Aquí no hay más caudillo que yo», rugía Su Alteza cada vez que le venían con el cuento de la reelección para todos. Bueno, se rajó. Ahora quiere que lo ayuden.
Desde luego, ni una palabra sobre los argumentos con los cuales rechazaba la reelección indefinida de gobernadores y alcaldes. Ni una palabra sobre su reacción ante un periodista extranjero al cual se iba comiendo vivo cuando le hizo una pregunta al respecto. Quien lo oía el lunes, dando lecciones de Derecho Constitucional, no reconocería al mismo sujeto que hasta nomás un día antes agotaba razones para rechazar otra reelección indefinida que no fuera la suya. La punta de arrastrados encargada de convalidar jurídicamente los caprichos de Su Alteza, una vez más quedó colgada de la brocha. Los escarrás, los calixto ortegas, que se desmoñaban explicando por qué no se podía reelegir nadie más, ahora, con la desvergüenza que les es propia, hacen la exégesis del nuevo eructo constitucional de su amo, sosteniendo exactamente lo contrario de lo que decían cuarenta y ocho horas atrás.
Gobernadores y alcaldes del oficialismo que en jaladas homéricas declaraban la infinita grandeza de Chacumbele y consideraban un atrevimiento inaceptable la posibilidad de que ellos, humildes correpoelsuelo, pudieran tener el mismo privilegio que el dueño y señor de sus almas, ahora alabarán al Supremo Sabio de Sabaneta por abrirles los ojos. Estaban equivocados. Chacumbele les otorga la gracia de reelegirse por siempre. Pero el Gran Rajado no dejó de advertirles que sólo podrán optar a la perpetuidad «aquellos que lo hagan bien». ¿Y quién decidirá si lo «hacen bien»? ¡Chacumbele, desde luego! De manera que podrán reelegirse indefinidamente… pero si Chacumbele quiere.
Su propia reelección, nadie, por supuesto, podrá hacerla depender de si «lo hace bien». El que hace la ley hace la trampa, diría carlos escarrá.
Pero perderá. Está escrito. Haga lo que haga, perderá. Si Su Alteza Chacumbele cree que el país no se da cuenta de este truco inmoral, se equivoca. A nadie puede escapar que todas estas marramucias no persiguen sino satisfacer el afán personalista de Hugo Chávez. Pocos dudan ya de que aquí no hay más proyecto que el poder personal de Hugo Chávez. Perderá. El país le dirá NO.
Inapelablemente.