Sin el chivo y sin el mecate, por Teodoro Petkoff
El Plan de Destrucción Nacional que adelanta exitosamente el gobierno de Chacumbele posee un aspecto verdaderamente original, que lo diferencia de los proyectos social-comunistas del siglo pasado. En estos, desde el comienzo fue liquidado el sector privado de la economía y ésta fue completamente estatizada. Aunque esas experiencias, al final, se hundieron, entre otras cosas porque una economía completamente estatizada y sujeta a planificación centralizada se torna disfuncional con el tiempo, conocieron sin embargo, en sus períodos iniciales, importantes momentos de auge y crecimiento. Tal el caso de la Unión Soviética, que logró desarrollar una gran industria pesada sin la cual no habría podido librar ni ganar la guerra contra el hitlerismo. En otras palabras, el proyecto soviético contaba entre sus piedras angulares la de la creación de un gran sector público o estatal de la economía, a expensas, como propósito estratégico, teóricamente fundamentado, de la economía privada.
La originalidad de Chacumbele consiste, por ahora, en reducir a una vida vegetativa al sector privado, sin eliminarlo completamente, pero simultáneamente destruir el sector público. De manera que su plan es el de dejar al país literalmente sin el chivo y sin el mecate. La ruina, pues. En cuanto al sector estatal, tanto el de vieja data como el que surge de sus caprichosas órdenes de expropiación, el plan de destrucción avanza a tambor batiente y paso de vencedores. La joya de la Corona estatal de la economía, Pdvsa, cada día da un nuevo paso hacia el abismo. La producción petrolera nacional es un secreto muy bien guardado, pero sacando cuentas a partir de la balanza de pagos se puede inferir que la producción ha caído a unos 2,4 barriles diarios, muy lejos de los 3,3 millones que los goebbelcitos criollos difunden y que nadie les cree ni en la OPEP ni en ningún otro sector del mundo petrolero. La producción en el Zulia, no pasa hoy de 700-800 mil barriles por día. El daño causado por las confiscaciones de las contratistas es incalculable. La empresa tiene cuentas por cobrar superiores a los 20 mil millones de dólares y su endeudamiento ronda los 25 mil millones de dólares y ya se preparan nuevas emisiones de deuda.
El gran centro de la industria pesada nacional, Guayana, es hoy literalmente un cementerio de empresas quebradas, todas con abruptos y enormes descensos en su producción, con deudas impagables a sus trabajadores, y con catastróficos daños en su parque tecnológico. Sidor, Alcasa, Venalum, Bauxilum, Carbonorca, Ferrominera, Edelca, son hoy ruinas espectrales de un gran pasado, cuyos trabajadores luchan desesperadamente por salvarlas del estatismo salvaje, como lo denomina Damián Prat. Para colmo, asesinos asentados en la industria de la construcción (en la cual han sido ultimados decenas de dirigentes sindicales, cuyas muertes jamás han sido investigadas, garantizada como está la impunidad de los sicarios), han comenzado a ser utilizados como violenta máquina de ataque armado contra los trabajadores del aluminio. Ya ha corrido la primera sangre. Esto no es socialismo de ningún siglo. Es fascismo puro y simple, el del siglo XX y el del XXI.