Situación de las Mujeres, por Gisela Ortega
Es evidente que para poder contar en América Latina y el Caribe, con recursos humanos femeninos idóneos, deberá garantizarse a las mujeres una capacitación adecuada, una formación laboral eficiente, salarios más equitativos, condiciones apropiadas de salud, acceso a niveles más altos de empleo, así como más y mejores oportunidades para participar en el quehacer de la sociedad.
Con el crecimiento del llamado sector informal de la economía, muchas ocupaciones no son detectadas por las estadísticas; testimonio más evidente en el caso de las mujeres que en el de los hombres.
Estudios realizados en los últimos años, señalan que el aumento de la participación de las mujeres en el trabajo remunerado ya es una tendencia estructural que seguirá en ascenso independientemente de las condiciones circunstanciales. Este proceso se ha acentuado en los últimos años en el grupo de jóvenes y de edades intermedias.,
De acuerdo al informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –Cepal-, al final del Siglo XX había 65 millones de mujeres en el mercado de trabajo, estimándose que la participación femenina seguirá aumentando en este Siglo XXI, a razón de 3.2% anual, en tanto que la población masculina lo hará a 2.2%, lo que significa que se modificará la proporción entre trabajadores mujeres y hombres.
Según cifras provenientes de encuestas de hogares, las tasas de actividad femenina en áreas urbanas fluctúan entre 34 y 50%, mientras que las masculinas van de 73 y 84%.
Los testimonios muestran que en el aumento de la aportación económica no incide en el hecho que sean casadas o solteras, aunque si hay diferencias según grupos de edad. Se puede señalar que en este momento hay dos generaciones de mujeres en el mercado de trabajo, cuyo comportamiento es diferente, y que el grupo que ahora está entre los 25 a 45 año9s de edad impondrá en el futuro nuevos modelos de comportamiento laboral.
Investigaciones hechas por Cepal, indican que los ingresos de las mujeres son frecuentemente inferiores a los percibidos por los hombres, cualquiera sea su nivel educacional. En otras encuestas se señala que las discrepancias salariales son más altas en los países en vías de desarrollo que en las naciones prósperas y que en los primeros existe un 66% de diferencia que solo podría ser explicado por factores culturales que segregan el mercado.
Sondeos recientesen las áreas urbanas de 13 países, revelan que los ingresos de las mujeres son entre 44 y 77% menores que los de los hombres. Si bien ya en 1958 en el Convenio 111 de la Organización Internacional del Trabajo, se planteó que debía existir una igual remuneración por trabajo de igual valor, la realidad es evidentemente distinta, por lo que también en este plano se requiere de políticas de impacto, ya que la discriminación salarial se relaciona en alto grado con las alternativas laborales a las que tienen acceso las mujeres, la socialización que reciben y la capacitación.
Actualmente hay tres aspectos que convergen en la definición de las ocupaciones “apropiadas” para las mujeres en una sociedad dada, esto a su vez se refleja en la oferta de trabajo a la que tienen acceso. Las profundas modificaciones registradas en los últimos años hanvenido ampliando el abanico de las actividades “femeninas”, pero sigue manteniéndose un extenso desfase entre las actuales posibilidades de educación de las mujeres y las elecciones de trabajo que les ofrece el mercado laboral, y aún más: los niveles a los que les es posible acceder.
También es interesante observar que este cambio se relaciona con los empleos de los hombres, que tienden a abandonar algunas actividades, las que, en definitiva, no se vuelven más paritarias, sino más femeninas. Como por ejemplo se puede señalar con lo ocurrido en unprincipio con el profesorado en la región, posteriormente en el campo de la medicina, y en las ciencias económicas.
También hay que tomar en cuenta la diversidad de las situaciones socioeconómicas que viven las mujeres, lo que limita su adecuada inserción laboral. Desde este punto de vista cabe mencionar varias categorías de trabajadoras, por su cuenta propia, domésticas, rurales, las ocupadas en la comercialización, en la agro industria y las buhoneras. Este conjunto es mayoritario y el más vulnerable desde todo punto de vista. Si bien no se puede asumir que la totalidad se encuentre en situaciones de pobreza la mayoría si lo está, con los agravantes que predominan los casos en que no cuentan con sistemas provisionales de jubilación, y atención de salud, no tienen posibilidades de organizarse para fortalecer su capacidad de negociación y perciben bajos ingresos, pueden pertenecer a los sectores primario, secundario o terciario y muchas veces es difícil delimitar el aporte económico de su trabajo.
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Hasta 1950 los convenios de la Organización del Trabajo –OIT- que se ocupaban del trabajo de la mujer eran de un carácter fundamentalmente protector, mientras que en una segunda fase se priorizó el fenómeno de la igualdad de oportunidades y de trato.
Si bien los contenidos constitucionales de todas las naciones expresan la igualdad de derechos de hombres y mujeres, en la mayoría de los casos no establece mecanismos para el manejo de este principio laboral.
Otro problema de incorporación al debate es el acoso sexual de la mujer en los lugares de trabajo, asunto que ha tenido una amplia acogida en las organizaciones laborales.