Sobras son amores, por Teodoro Petkoff
Dicen que cuando Fidel Castro oyó a Chávez predicando su concepción posmoderna del socialismo, según la cual la felicidad humana se alcanzará cuando todos regalemos lo que nos sobre, exclamó, con las manos en la cabeza: “¡Cosa ma’ grande! El hombre nos resultó un esenio”. La de los esenios, para información de nuestros lectores, era una de esas sectas semíticas, anteriores a Cristo, que predicaba y vivía la comunidad de bienes.
Para dar el ejemplo, Yo-El-Supremo anunció que se desprenderá de lo que le sobró de los 250 mil dólares que le regaló Kadafi. No dijo nada de la colección de relojes carísimos que exhibe ni de los 300 trajes que había encontrado en el closet de La Casona, pero que, a juzgar por la pinta que siempre luce, todavía conserva.
Pero lo de los dólares de Kadafi tiene unos bemoles legales que Chávez debe arreglar antes de desprenderse de ellos. De acuerdo con el artículo 149 de la ya olvidada “Bicha”, “los funcionarios públicos y funcionarias públicas no podrán aceptar cargos, honores o recompensas de gobiernos extranjeros sin la autorización de la Asamblea Nacional”. La Asamblea Nacional jamás autorizó a Chávez a guardar en su cuenta esa mascada, ni Chávez pidió tal autorización. Una raya más no es nada para un tigre, pero antes de disponer del resto, Chávez y sus parlamentarios tendrán que ponerse a Derecho.
Y hay más. ¿El diligente Vielma Mora cobró el impuesto sobre donaciones de la que dice Chávez haber hecho con una parte de la plata? Aunque, si no lo hizo, podría disculpársele porque el Presidente nunca dijo a quién le dio los reales y ni siquiera si en verdad se los dio a alguien. Pero, “patria, socialismo o muerte, permiso, mi capitán Vielma Mora, para hablarle: usted no tiene excusa para no cobrar porque ahora sí está avisado”.
Chávez no lo dijo, pero por el contexto en que hizo la oferta se podía entender que la donación será al PSUV, o lo que es lo mismo, que se pasará la plata de un bolsillo pa’ l otro, pero igual le sale pagar, mi capitán. Dura lex sed lex, decían los romanos.
Resuelto este punto, pasemos a otro aspecto. Chávez, humilde como siempre, habló de neveras que sobren y que bien podrían ser llevadas a la plaza Bolívar para que las recoja el “hombre nuevo” que las necesite.
Hay que apuntar más alto, Presidente. ¿Cuántos campesinos sin tierra podrán caber en la mitad de las tierras de los Chávez en Barinas? Pero hay también unos señores muy ricos, que bien podrían dar la mitad de lo que obviamente les sobra. Póngalos a dar el ejemplo, Presidente.
Exíjaselo, así como lo hizo con los militantes del partido, pero nombrándolos, para que no se hagan los locos y sepan que es con ellos. Pídale, para mencionar unos pocos, a Wilmer Ruperti, a Danilo Díaz Granados, a Ricardo Fernández, a Rafael Sarría, a Khalil Mayed, a Moris Beracha, a Omar Farías y hasta a Orlando Castro, que ya es rico otra vez –así como a unos cuantos más que seguramente usted conoce–, que se bajen de la mula.
Recuérdeles que ser rico es malo y que primero pasará un camello por el ojo de una aguja que ellos por la puerta del cielo; de ese cielo esplendoroso que usted en sus sueños de profeta esenio ha bautizado como socialismo del siglo XXI.