Socialismo antiobrero, por Teodoro Petkoff
Este 1º de Mayo encuentra a los trabajadores y sindicalistas venezolanos con motivos de sobra para hacer de esa conmemoración un punto de apoyo para enfrentar retos inéditos en la historia de nuestro movimiento obrero. Retos peligrosos, porque provienen de un gobierno dispuesto a liquidar el sindicalismo como forma de organización laboral y a encuadrar a los trabajadores (comenzando por los de las empresas estatales) en dispositivos absolutamente subordinados a los intereses del gobierno.
La embestida contra el sindicalismo se viene desarrollando, en las empresas estatales, a través del desconocimiento de la contratación colectiva como piedra angular de las relaciones obrero-patronales. El primer paso lo constituyó la imposición, a los trabajadores del Metro de Caracas, de la obligación de rediscutir el contrato colectivo que ya había sido firmado con la empresa. La amenaza ahora se extiende hacia los obreros y empleados de Sidor, a quienes también se les pretendería forzar a revisar el contrato colectivo. Pero, el núcleo de esta ofensiva antisindical está en la negativa a discutir contratos vencidos algunos desde hace años, como el de los empleados públicos o demorar indefinidamente discusiones pendientes, como es el caso de los petroleros, los eléctricos y los maestros. Estos deben estar descubriendo que el Estado Patrono es un empresario capitalista de corazón peludo, que, so pretexto del «socialismo», pretende liquidar doscientos años de luchas y conquistas obreras. El gobierno apunta a sustituir la contratación colectiva por disposiciones del Ejecutivo, que regirían las relaciones obrero-patronales, manejadas discrecionalmente por aquél, ignorando a los sindicatos o utilizando en estos a sus quintacolumnistas tarifados.
A los sindicatos, en las empresas públicas, si es que sobrevivieren formalmente, se les transformaría no en representantes de los trabajadores ante el patrono sino, al revés, en representantes del Estado Patrono ante los trabajadores, con la finalidad expresa de «disciplinarlos» y regimentarlos ideológicamente. El modelo es el totalitario, ya sea soviético-cubano o nazi-fascista e incluso el falangista de los «sindicatos verticales» de Franco. El nuevo patrono estatal no discutiría con sus trabajadores sino que les impondría, por decreto, las condiciones de trabajo, incluyendo las salariales, mediante una suerte de convención única para el sector estatal de la economía.
Por supuesto, como los trabajadores, incluso chavistas, están evidenciando una disposición a no calarse la pretensión de castrarlos, el brazo represor del gobierno nacional también muestra su trompa de perro de presa.
La militarización de las empresas estatales donde se producen protestas y la criminalización de estas, con el propio Chacumbele en rol de verdugo («El que pare una empresa del Estado se está metiendo con el Jefe del Estado y se las verá conmigo»), indican que hasta el derecho de pataleo obrero quiere liquidar este sujeto que se dice heredero de las grandes tradiciones socialistas de lucha.