Taima…, por Teodoro Petkoff
Ayer se introdujo ante la plenaria de la Asamblea Nacional el proyecto de reforma del COPP. Nuevamente, como en el caso de la Ley de Educación, tan importante como la proposición de reforma es la metodología que condujo a ella. La comisión que preside el diputado Alberto Jordán Hernández abrió las puertas a la participación en el diseño de la reforma a un gran número de reputados penalistas. En lugar de encerrarse en un círculo reducido de amigos del gobierno, fue convocada y aceptada la opinión de los más variados sectores, al margen de restricciones sectarias. Se ha producido así un instrumento que preserva el carácter progresista del COPP, en particular en todo lo que atañe al gigantesco paso de avance que fue pasar de la presunción de culpabilidad a la presunción de inocencia. Preservado este valor fundamental, las reformas producidas son aquellas que tapan las goteras que la práctica ha permitido ir descubriendo en la aplicación del código.
Pero lo que nos interesa destacar hoy no es tanto el fondo de la materia, que ya habrá ocasión para ello cuando se inicie la discusión, sino el signo alentador que se desprende de estos dos recientes actos legislativos, el de la Ley de Educación y el del COPP. Que sobre temas tan espinosos como estos (que han sido parte de un debate marcado por la tremenda polarización política hoy existente), se haya podido vencer el diálogo de sordos y se hayan construido puentes entre sectores hasta hace poco radicalmente enfrentados y, lo que es más importante, que esos puentes hayan sido cruzados por los interlocutores, marca la emergencia de un espíritu al cual habría que tratar de abrirle ancho campo para que se expanda.
Hace poco Alejandro Armas utilizó una sugestiva expresión: reencuentro de la nación. De eso es de lo que se trata. El país está peligrosamente polarizado en dos bloques muy grandes, entre los cuales existe un clima anímico muy semejante al de una guerra civil. Diríase que hay una subjetividad preñada de violencia, aunque, afortunadamente, no parezcan existir, por ahora , condiciones objetivas para el conflicto civil. En nuestra opinión, hay que esforzarse en impedir que cuajen estas condiciones. Hay que trabajar para que la nación se reencuentre. Es en este sentido, con el toque de comprensible escepticismo a que nos ha acostumbrado el curso de los acontecimientos, que creemos auspiciosos algunos signos que van en sentido contrario al del choque de trenes. Hasta podemos saludar un cierto tono menos pugnaz en el presidente en sus últimas charlas. A este respecto, las elecciones sindicales podrían resultar una interesante piedra de toque. Ya que el chavismo sindical decidió pisar sobre el terreno que creó la CTV y competir allí, y en vías de superarse con madurez y prudencia la situación creada por la artimaña que condujo a posponer las elecciones de la cúpula laboral, una conducta imparcial del gobierno en esa competencia sería un paso muy saludable. En cambio, si Chávez cede a la tentación de declararse en campaña por Aristóbulo, seguramente que el clima político se deteriorará más aún y se evaporarán los signos raros que hemos querido leer en el cielo. Las brujas de Macbeth están reunidas