TalCual va al paro, por Teodoro Petkoff
Este Gobierno proyecta una imagen completamente esquizofrénica. Por un lado anda José Vicente, en un plan conciliador, insistiendo en la necesidad de un diálogo con el mundo empresarial, y por el otro anda Chávez en un plan provocador y amenazante, cerrando todas las posibilidades de conversación. Las señales que envía el Gobierno serían ambiguas de no ser por la circunstancia de que el segundo es el jefe del primero, de modo que para todo el mundo la línea gubernamental es la que Chávez pregona, no la de su ministro. Lo que el país percibe es que Chávez no quiere dialogar sino que quiere la confrontación. Pero lo que más arrecha es que ayer tres directores de periódicos (Poleo, Díaz Rangel y yo), que atendimos una invitación de Rangel a platicar, acogimos públicamente, con criterio positivo, la intención que el ministro nos manifestó de proponer, también públicamente, varias ideas que materializarían su llamado al diálogo. Pero no sabíamos que simultáneamente estaba Chávez en el Poliedro, demoliendo todos los puentes que su ministro se esfuerza en tender. Quedamos como unos perfectos pendejos, como han quedado todos los empresarios con los cuales Rangel ha venido conversando. Y como ha quedado el propio José Vicente, quien ha sido brutalmente desairado por su jefe. Ya Rangel no puede continuar excusando a Chávez. No puede seguir haciendo creer que se trata del «estilo» de Chávez y que sus intemperancias de ayer fueron tan sólo la «respuesta» a la intransigencia del empresariado. Chávez ha elegido una línea de conducta que es la de la confrontación. Ha dicho claramente que no está dispuesto a revisar nada. Chávez arruinó ayer la credibilidad del negociador que él mismo designó. Es evidente que el empresariado se reúne hoy para decidir sobre el paro no bajo la influencia del espíritu conciliador que Rangel ha tratado de adelantar sino bajo el impacto del salvaje discurso de Chávez en el Poliedro. Desde ayer los llamados de José Vicente Rangel a los empresarios para sentarse en una mesa de diálogo suenan abstractos y hasta patéticos. Mientras por un lado lo que se oye es un discurso gaseoso sobre el diálogo, por el otro resuenan tambores de guerra. Porque también habría que decir que Rangel, a pesar de que a sus interlocutores de ayer nos anunció su intención de materializar públicamente el llamado a diálogo con algunas proposiciones concretas, se limitó a repetir las generalidades que desde el primer día viene diciendo. Tal vez ya sabía del destructor discurso de Chávez y no quiso lucir aún más patético. No cesaremos en el empeño constructivo que hemos venido desarrollando en nuestros últimos editoriales sobre las leyes de la Habilitante, pero, por lo pronto y salvo que se abra una cada vez más improbable posibilidad de diálogo, TalCual se sumará al paro del 10 de diciembre.