¡Te conozco mascarita!, por Teodoro Petkoff
Si algo hay que reconocerle a Hugo Chávez es que nunca se viste igual. Paracaidista, pelotero, astronauta, árabe del desierto más largo y caluroso, rey según versiones de cierto periodismo antisocial, padre con el corazón partío por los niños de la calle, chusma a su gusto mismo, etc, etc… No da tranquilidad -ni tregua- ni la pide, pero divierte. Así es el Presidente. No de mil rostros, pero sí de mil trajes. Siempre, eso sí, el mismo verbo encendido, atropellador, vociferante, altanero, retador.
TalCual ofrece en esta víspera del carnaval la posibilidad de que usted arme el Chávez que más le guste o el que menor disgusto le cause, al menos en su apariencia. Aunque el país lo que desea es armar un Chávez que use sus sentidos: el oído para escuchar a quienes le advierten con franqueza, los ojos para ver los matices de la vida y del pueblo todo, la piel para sentir como late este país diverso, plural y que no acepta que lo encallejonen.
No importa finalmente el disfraz que se ponga el Presidente. Lo que cuenta es que sea capaz de entender los mensajes que se le envían, él que se ufana de captarlos mejor que nadie. Hugo, después de carnaval viene la semana santa. Tiempo de Judas o de resurrección. Tú escoges.