Teletrabajo: se mudaron los riesgos laborales…, por David Somoza Mosquera
Twitter: @DavidParedes861
No es la primera vez que me refiero al tema de trabajar desde el hogar. En mi artículo “El teletrabajo: un punto intermedio”, publicado el 7 de agosto, describí cómo el aislamiento está provocando un cambio en el modelo tradicional de trabajar y, por lo tanto, lo necesario que es para las empresas determinar el impacto que ha tenido sobre sus operaciones y en el rendimiento de los empleados.
Esta vez es otra la arista que quiero abordar dada su importancia. Ciertamente, esta contingencia provocó que muchos trabajadores llevarán la oficina a la casa y con ello, aunque pueda resultar difícil de creer, también mudaron los riesgos laborales a sus hogares. Obviamente que no en las dimensiones que podrían producirse en una empresa.
El confinamiento durante meses –en algunos casos en el espacio reducido de un apartamento compartido con el resto de la familia– implica de por sí distracción, irritabilidad y estrés. Este último ya ha sido documentado como un problema de salud laboral en el trabajo presencial, pero dicha condición se complicó más con la incertidumbre de estos tiempos.
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A cuantos no hemos escuchado decir: “No me puedo desconectar”. “No puedo administrar mi tiempo”. “Ahora trabajo más”, “Estoy mezclando mi espacio de trabajo con mi espacio privado”. Los cierto es que, como señalé en mi artículo anterior, en condiciones normales trabajar a remoto hubiese implicado una planificación previa, pero en las circunstancias actuales fue necesario improvisar.
Esto significa que tanto empresas como empleados han tenido que adaptarse bruscamente a la nueva modalidad laboral y ello, por su puesto, tiene un costo asociado precisamente con la salud.
En el artículo “El teletrabajo no era esto”, publicado el 10 de agosto en El País, la especialista en medicina del trabajo, Teófila Vicente-Herrero, asegura que “no todo el mundo está preparado y no a la misma velocidad”. Indica que la tensión de mantener el nivel de rendimiento, ante unas demandas a las que no se está habituado, causa “somatizaciones, con alteraciones digestivas, del ciclo del sueño y ansiedad por esa mala adaptación a la nueva situación de estrés”. Y lo peor es que esto se agrava entre quienes nunca habían trabajado a distancia.
El problema ha radicado precisamente en creer que teletrabajar es simplemente trasladar la oficina a la casa y la realidad ha demostrado que no es así. La rutina se alteró por completo y está resultando difícil diferenciar el tiempo de trabajo del tiempo de ocio.
Tanto Vicente Herrero como otros psicólogos especializados en Recursos Humanos han constatado que no es solo estrés crónico lo que están padeciendo los empleados. Otros riesgos ocasionados por laborar en condiciones inapropiadas desde el hogar son la fatiga visual y las lesiones músculo esqueléticas, debido a un mobiliario no ergonómico, mala posición corporal o prolongadas sesiones frente a la computadora.
Regresar a la presencialidad, es decir a la oficina, aún se ve lejano en algunos países. Así que mientras esto ocurra, hay medidas que se pueden tomar –y aquí juega un papel fundamental las empresas– para lograr el bienestar emocional y físico de los trabajadores.
Es importante que no se sientan agobiados, frustrados o desmotivados, lo cual podría repercutir negativamente en la productividad y la eficiencia. Y eso es precisamente lo que se debe evitar…
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