Teodoro en tres anécdotas
Este 31 de octubre, cuando se cumplen dos años de la muerte de Teodoro Petkoff, nos reunimos para recordarlo y celebrar, una vez más, su vida y la oportunidad de formar parte de uno de sus proyectos más apreciados: TalCual
Teodoro y la censura
Aunque coordinaba la web del periódico, yo no dejé de meter mis narices en la elaboración de un TalCual impreso que se horneaba como Fuenteovejuna: todos a una. Teodoro, por ejemplo, escribía el Editorial y llamaba a Xabier Coscojuela, a Freddy Núñez, Fernando Rodríguez o al poeta Carmelo Chillida, entre tantos, para que oyeran la narración del texto y emitieran sin cortapisas, sin miedos, sus opiniones. Es decir, Teo leía el editorial y bastaba con que alguien dijera que no le gustaba tal frase o propusiera otro tipo de redacción para que ese intelectual que nos arropaba en los ratos libres con sus conocimientos de la cultura, la política y hasta los deportes, con toda humildad corrigiera el Editorial, lo que daba muestra del rasgo democrático de su liderazgo, porque una cosa: Teodoro sabía escuchar. Una vez me tocó escribir un “Por Mi Madre”, una sección anónima donde dábamos puntillazos a los desaguisados de opositores y oficialistas, y Teodoro, tras leer las pruebas en papel de lo que iría a imprimirse, se me acercó a la oficina y preguntó si era yo quien había escrito algo contra Francisco Arias Cárdenas. Le dije que sí y me explayé en la información que me habían transmitido. Tras escucharme, Petkoff me pidió si, por favor, podía bajarle el tono a mi crítica –admito que demasiada ácida– y me expresó que Pancho no merecía un ataque tan despiadado. Lo tranquilicé y le dije que suprimiría algunos adjetivos, y el asunto quedó allí. Pero yo continué trabajando en las notas para la web y se me pasó por alto hacer la corrección. Al día siguiente, mi nota salió publicada tal y como la había escrito, sin la “bajada de tono” que el Director había solicitado. Entré a su oficina y yo no tuve la manera de explicarle mi olvido. Hablamos de otros temas y Teodoro nunca mencionó el asunto.
Omar Pineda
Coordinador de Opinión (2000-2015)
*Lea: El copiloto de Teodoro, por Xabier Coscojuela
Teodoro y las 9 arepas mal entendidas
Aprendí muchas cosas sobre Teo en mi paso por TalCual, entre ellas su pasión por el béisbol. Regularmente llegaba como a las 5:00 pm a la redacción para revisar las páginas editadas y se detenía en la sección de deportes para comentar sobre los resultados y proyecciones.
Corría el año 2008, para entonces yo era una novata del periodismo y aunque el béisbol era una pasión de familia, sabía poco de las reglas del juego. Así que un día llegué emocionada a la redacción pegándoles arepas de papel a los periodistas de deporte en sus computadoras, porque mi equipo, Cardenales de Lara, había metido nueve carreras a los Leones del Caracas. Muy orgullosa les decía: “Les metimos 9 arepas por el pecho”. Obviamente las carcajadas no dejaron de sonar, y yo ingenua pensaba: “Que malos perdedores”.
Cuando Teo llegó ese día, le explicaron que la pasante de Economía les había jugado una broma, pero que al parecer yo no sabía nada del juego. Entonces Teo se acercó a mi puesto con ternura y me dijo: “Mira chica, te voy a explicar: Las nueve arepas en el béisbol son los nueve innings sin carreras, el chiste es que un equipo gane sin que el otro les haya metido ni una”. Seguramente mi cara pasó por todas las tonalidades habidas y por haber. Quería que me tragara la tierra por haber expuesto mi ignorancia ante todos.
Pero la nobleza y encanto de Teo al explicarme todo me ayudó a sentirme mejor, aunque debo reconocer que el momento le causó mucha gracia. Es que Teo era un tipo bonachón que disfrutaba con los suyos de los ratos amenos típicos de una sala llena de periodistas. Podía explicar, enseñar y conversar con su equipo sin problema y su oficina siempre tenía la puerta abierta. Asumía los errores de uno de los suyos, como propios cuando se trataba de un texto publicado en su diario y no tenía un dedo acusador que pudiese hacer sentir mal a ninguno. Era un gusto que él estuviese cerca, porque le impregnaba al ambiente una sensación agradable de profesionalismo y buen ánimo. Por eso escribir sobre Teo es querer llenar un libro, y seguramente su nombre estará en los que se escriban de la pluma de los que pasamos por TalCual.
Jessenia Freites
Reportera de TalCual (2008-2014)
*Lea: “Todo el mundo tiene una historia con Teodoro”
Los Teodorín de Oro
Trabajé cinco años de la mano de Teo y debo decir que mis recuerdos con él son muchos: desde verlo caminar por los pasillos de TalCual a la espera de un resultado electoral, ver cómo se le movía el bigote de la emoción al ver un jonrón de los Tiburones de la Guaira o decidir editorialmente cuál era la mejor forma de titular la muerte de Hugo Chávez, luego de haber pasado muchos años adversándolo.
Tras esa fachada de hombre recio que tenía Teo había un hombre profundamente sencillo y con un humor particular. Internamente en TalCual teníamos la entrega de unos premios (en broma) y él también se hacía partícipe para condecorar al que ganara, después de que el jurado decidía. A mí me tocó varios años la «halagadora» mención del ego del año; Teo movía los bigotes, no decía el nombre sino que me miraba, se reía y gritaba: ¡Otraaaaa vez! Así era su humor.
Para mí, el mayor legado de Teodoro no fue político o intelectual, que claro que los tiene, para mí el legado fue el de la familia que construyó en ese periódico llamado TalCual que, como dice Laureano Márquez, era un periódico pobre, pero no un pobre periódico.
¡Siempre con nosotros, Teo!
Dayimar Ayala Altuve
Reportera de TalCual