Terquedad ignorante, por Teodoro Petkoff

Cuando Hugo Chávez descubrió que El oráculo del guerrero es un librito de gays, su machismo le hizo descartar ese texto de cabecera. Más nunca lo citó. Lo sustituyó por uno de cuyo título, La estupidez ilustrada, se sirve para descargar a sus adversarios. Cuando el presidente descubra que peor que los ilustrados son los estúpidos a secas, probablemente lanzará ese librito al mismo basurero donde yace el primero.
Pero hay algo más dañino y peligroso que la estupidez, ya sea a secas o ilustrada, y es la terquedad ignorante, la obcecación de los ignaros. Pocas cosas pueden ser más amenazantes para una sociedad que los ignorantes tercos y con poder. Nunca se pasean por la posibilidad de estar equivocados. A lo sumo admiten que cometieron muchos errores, pero siempre en el pasado. En el presente jamás se equivocan. No importa que su discurso actual sea el mismo que repiten desde hace cincuenta años y que esté sepultado bajo los escombros de la Unión Soviética o sólo sobreviva como cobertura ideológica de dictaduras personalistas y vitalicias y de regímenes autocráticos cuya práctica ya nada tiene que ver ni con el socialismo, ni con la justicia, ni con la igualdad, ni con la libertad, sino con la más desenfrenada y despiadada explotación del hombre por el hombre.
Sólo la terquedad ignorante puede comprar las monsergas cubiertas de telarañas y olorosas a naftalina sobre el «Estado Mayor de la Revolución», sobre el «partido de vanguardia», sobre la «infalibilidad del Comandante en Jefe», sobre aquello de que «el partido se fortalece depurándose» y toda la sarta de racionalizaciones que transformaron una noble idea de libertad y justicia en la horrenda realidad y en el insondable fracaso histórico que fue la Unión Soviética. En lugar de prestar atención a estos vendedores de chatarra ideológica, Hugo debería recordar la advertencia de Talleyrand a Bonaparte: las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse sobre ellas. Sólo la terquedad ignorante se regodea en enseñarnos la diferencia sutil entre «radicalización» y «profundización», de la cual sólo se saca en claro que lo que nos espera es la «profundización» de los errores que están llevando el «proceso» a un callejón sin salida. Sólo la terquedad ignorante puede creer que el aislamiento progresivo y sistemático se puede combatir «profundizando» el sectarismo y la intolerancia. Es verdad que en el gobierno hay mucha gente incompetente -comenzando por el propio jefe del «proceso»- pero ya la terquedad ignorante la calificó de «enemigos de la revolución infiltrados». Lo que viene es purga, pues. Afortunadamente, aquí no hay guillotina ni paredón, de manera que los caídos de hoy pueden ser recogidos mañana. Los «recogiditos» por lo general regresan aprendidos: son muy buenos para jalar bolas