Tremendo paquete, por Teodoro Petkoff
Ya Chacumbele está envolviendo y poniéndole su lacito al paquete económico que anunció el domingo. Hasta ahora, la política económica anticrisis ha tenido un componente importante de pensamiento mágico, confiando en el rebote de los precios petroleros. Visto que este no ha tenido lugar, ahora el gobierno se dispone a presentar su paquete «socialista» anticrisis.
Hasta ahora no había hecho otra cosa que reducir el cupo de dólares para los viajeros, trasladar doce millardos de dólares de las reservas internacionales al Fonden y devaluar, sin querer queriendo, manteniendo boyante el mercado paralelo de divisas, a punta de las inyecciones de 200 millones de dólares semanales por parte de Pdvsa y otras empresas petroleras, forzando a los demandantes de los verdes billetes del imperio a recurrir a la permuta, dadas las restricciones impuestas por Cadivi para el suministro de dólares controlados.
Pero con la realidad topó el gobierno. Los precios del crudo se niegan a obedecer la voluntad de Chacumbele y la caída de ingresos obliga a un rediseño fiscal, cuyas características no han sido develadas, pero que vendrá, no quepa duda alguna.
Apenas si insinuó el alza de los precios de la gasolina. Es la segunda vez en los últimos dos años que Chacumbele se refiere al tema, pero esta vez, como la pasada, también con mucha cautela. No se atreve a agarrar ese toro por los cachos, aunque, obviamente, está consciente de la magnitud del problema.
Pero, una caída de cincuenta dólares, desde un promedio de 86 en 2008, hasta 36 en lo que va de año 2009, abre, en principio, un hueco en el presupuesto, que no puede ser llenado con raciones dominicales de gamelote, así como cava una brecha honda en la disponibilidad de divisas para pagar importaciones.
Los dilemas, sin embargo, son muchos. Reducir gastos puede ser obligatorio porque la plata no alcanza, pero, al mismo tiempo, eso empuja la recesión económica. Endeudarse internamente y seguir comiéndose las reservas internacionales, para mantener el gasto público como motor de una economía desfalleciente, es una opción, pero el precio puede ser más inflación todavía. Como lo sería, sin duda, apelar a nuevas fuentes de ingresos, vía impuestos y alza de la gasolina o devaluación por el medio de la calle.
Por supuesto, siempre está el recurso de la huida pa’lante: más controles de precios, más intervenciones en la cadena productiva y comercial y, eventualmente, más estatizaciones. O sea, más gasolina para la candela de la crisis, precisamente cuando el país necesitaría una actitud distinta ante el sector productivo privado, para que este pueda guapear ante aquella. El hostigamiento al cual están sometidos industriales y productores del campo no hace sino agravar las dificultades para surtir de bienes de consumo esenciales y alimentos a un país que no podrá importarlos como hasta ahora.
En fin, habrá que esperar para ver por dónde viene el paquete «socialista».