¡Tronco’e general!, por Teodoro Petkoff
¿Chávez no tenía un general más representativo que Acosta Carles para ponerlo a hablar en la Asamblea Nacional? Es difícil pensar que la oficialidad venezolana se sienta cabalmente expresada por este colega cuyo más famoso hecho de armas fue el eructo que lanzó a la cara del país en la heroica batalla de la embotelladora valenciana. Si de celebrar el 13 de abril se trataba, ¿no fue Baduel la figura más destacada de ese episodio? ¿No le habría salido a él ese discurso, en lugar de a un general de cuyo comportamiento en esos días no se sabe nada?
Pero más allá de señalar este aspecto, que no apunta a intrigar sino a expresar más bien una nota de curiosidad, puede intuirse que más de un oficial debe sentirse incómodo cuando Chávez utiliza como emblema a un individuo cuyo comportamiento público no parece tener mucho que ver con la meras y simples buenas costumbres.
Cuesta creer que un oficial común y corriente encuentre alguna correspondencia entre lo que aprendió en la Escuela de su arma y la chabacanería en la cual gusta refocilarse el general Acosta Carles.
Un general que comienza su discurso advirtiendo que no va a obsequiarnos con un replay de sus Queseras del Medio ( “no piensen que voy a eructar” ), no debe ser propiamente un dechado de pundonor. Aunque, viéndolo bien, el general tiene razones para sentirse orgulloso de su famosa regurgitación:
le valió un sol en la capona.
Es de dudar que el discurso simplón y superficial que pronunciara Acosta en la AN, lleno de ripios, cursilerías y ridiculeces, pueda ser considerado como una muestra adecuada del nivel intelectual de nuestros oficiales. Pena ajena debió sentir más de uno. Por cierto que en este clima de degradación y envilecimiento que parece vivirse en algunos círculos del oficialismo, el presidente en funciones de la Asamblea Nacional, Ricardo Gutiérrez, guindado más que jalando, ordenó publicar el discurso de Acosta por considerarlo una “excepcional pieza oratoria” y con esa edición “contribuir a la difusión de la historia reciente del país”.
No es que tengamos pruritos intelectuales ni menosprecio por la tónica popular y coloquial de los discursos. Todo lo contrario y quien lee estos editoriales lo sabe bien. Se puede ser sencillo, familiar, popular y se puede hablar para que todo el mundo entienda, sin necesidad de encanallar el discurso.
Pero, llegados a este punto, surge una pregunta inquietante: ¿es Acosta Carles una excepción o es que la mayoría de nuestros generales son así y no nos habíamos dado cuenta? Porque viendo el domingo a ese montón de generales del Alto Mando riéndole las “gracias” a Chávez en su show dominical es como para preguntarse si cabe imaginar a Soublette, o a Urdaneta, o a Páez, o a Mariño, o a Piar, en fin, a cualquiera de aquellos serios personajes, de los cuales los de hoy se dicen herederos, fingiendo desternillarse de risa ante cualquier pendejada que dijera su jefe, el general Bolívar.