¡Uh! ¡Ah! Buhoneros no se van, por Teodoro Petkoff
Uno de los buhoneros que manifestaba ayer en Caracas portaba una pequeña pancarta: «Socialismo Sí, Represión No». ¿Con qué mágico decreto-ley parido por la Ley Habilitante piensa el gobierno resolver el dilema de la necesaria recuperación de los espacios públicos versus el derecho al trabajo de centenares de miles de desempleados que han encontrado en la venta callejera un rebusque para sus necesidades? La solución definitiva no puede ser colocar un policía por metro cuadrado en cada bulevar y avenida. Eso es inviable, aun en el corto plazo. Para desocupar plazas, calles, avenidas y bulevares no basta tampoco con crear esos inefables «mercados de buhoneros» que a cada rato se anuncian. La localización de los buhoneros no es caprichosa; responde a una lógica de mercado: se ubican por donde pasa la gente. Mientras no tengan otro trabajo, estarán donde hoy los vemos. La buhonería es apenas un síntoma y así como no se cura una enfermedad limitándose a bajar la fiebre que la acompaña, en el caso de la buhonería la raíz del problema está en el desempleo. Ahí es donde hay que atacarlo. Se dice fácil, pero, desde luego, en la práctica no lo es. Sin embargo, o se crea empleo digno o la presencia de vendedores callejeros se hará parte definitiva del paisaje urbano.
Lo que ocurre es que la pancarta del buhonero agarra el toro por los cuernos. «Denme todo el jarabe de lengua que quieran sobre el socialismo pero lo que quiero es trabajo y no represión». Y lo grave es que las medidas voceadas por Yo El Supremo apuntan más bien a agravar el problema del desempleo. La creación de empleo es inseparable de la inversión y si, de por sí, ya la inversión privada es bajísima, las medidas económicas en perspectiva no la incrementarán sino que la reducirán a cero. Tal como van las cosas, en este país nadie meterá un dólar. El gobierno no sabe lo que dice cuando afirma que el desplome de la Bolsa no tiene importancia. La Bolsa es un termómetro. Si se cae es porque la economía real está temblando, llena de aprensión e incertidumbre. Ni las petroleras, que siempre arriesgan en escenarios peligrosos, se deben sentir muy animadas a meter sus reales en Venezuela. La inversión pública, es decir la del gobierno, no podrá sustituir a la que se esfume por el otro lado. Por tanto, parece que vamos a tener cada vez más gente vendiendo en las calles de todas las ciudades. «¡Uh!, ¡Ah!, ¡buhoneros no se van!», gritaba otra pancarta ayer.
II