Ultraje en Angostura, por Teodoro Petkoff
Provocación. Provocación es lo que constituye la designación del general Henry Rangel Silva como orador de orden en el acto celebratorio del Congreso de Angostura. Con alevosía y premeditación se ha seleccionado como portavoz del gobierno en ese evento a un general que saltó a la fama por su brutal y torpe declaración sobre una supuesta disposición de la Fuerza Armada Nacional a no aceptar una eventual derrota electoral de Chávez en las presidenciales de 2012. Jamás militar alguno había soltado tamaña barbaridad con la impudicia y el absoluto irrespeto a la nación entera con las cuales lo hizo Rangel Silva. Lo que dijo no fue poca cosa y el acto posterior del Presidente de ascenderlo a general en jefe añadió agravio al insulto.
Chávez convalidó, con ese acto, la salvajada gorilesca de su subordinado. Designarlo ahora como orador de orden (para que lea un discurso que le escribirá alguno de los cagatintas tarifados al servicio de los hombres de presa), configura, ya lo dijimos, un acto de provocación pero también un asalto a la decencia y al espíritu cívico de los venezolanos. En el empeño que denomina «repolarizador»,Chávez, acompañado de todos sus altoparlantes, viene insistiendo en el tema, completamente inventado, de que existe una campaña de la oposición de «desprestigiar» a la institución armada, tratando de cavar un foso entre esta y el resto de la nación.
Es lo que en psicología denominan «proyección». Chávez proyecta sobre sus adversarios lo que él realmente piensa de una FAN a la cual se ha empeñado en transformar en un ejército de partido, politizándola y colocándola al servicio de sus intereses personales. Esa contravención del artículo 328 de la Constitución Nacional, que prohíbe toda utilización de la FAN como instrumento de intereses políticos o personales, constituye una descomunal falta de respeto a los hombres y mujeres que portan el uniforme y las armas que la república les ha confiado con la única finalidad de garantizar la defensa de la patria y en ningún caso la de servir de soporte a las ambiciones particulares de cualquier aspirante a dictador.
Designar a Rangel Silva como orador de orden en Ciudad Bolívar sí que constituye un irrespeto incalificable a una institución en la cual, estamos seguros, miles de sus oficiales ven con disgusto y desprecio la utilización de tal sujeto en la conmemoración de un evento que constituyó uno de los actos cimeros del Bolívar civilista, acompañado de la generación militar y civil de los libertadores, en su esfuerzo por construir república y democracia. La presencia de Rangel Silva como orador en Ciudad Bolívar es una befa a la memoria del gran convocante del Congreso de Angostura.
En este, Bolívar y los diputados, aun en medio de los fragores de la guerra, sentaron los cimientos de lo que soñaban como una república moderna y democrática –tanto así que la proposición de Bolívar sobre el Poder Moral fue derrotada por los diputados. Eran tiempos en que la miserable especie de las focas no había aparecido e incluso un hombre tan grande como Bolívar acataba y respetaba las decisiones de una mayoría que lo asumía como el líder político y militar que era pero no le adulaba. Había una diferencia, sin duda.