Una arepa hecha postal, por Miro Popić

Cuando Lope de Aguirre (1510-1561), conocido posteriormente como el Tirano Aguirre, dijo que temía ser vencido «por esos comedores de arepas», sabía de lo que hablaba. Finalmente, murió asesinado por sus propios soldados, en Barquisimeto, el 26 de octubre de 1561. Hoy, en todo el mundo, hay muchos y grandes comedores de arepas que no tienen que matar a nadie para demostrar las bondades de ese «pan de los indios» que, finalmente, conquista a vencedores y vencidos, tal como lo registró Michel Pollan, en su libro Comer donde, refiriéndose al maíz, dice: «con el tiempo, la planta de los vencidos llegaría a conquistar incluso a los conquistadores».
Basta ya de discusiones estériles sobre su invención y de quien la hizo primero. La arepa es hoy universal, se come por todo el mundo, y debemos alegrarnos de que cada día se haga mejor y que la sigan llamando como la bautizaron los cumanagotos en tierras del oriente venezolano. Arepa somos y en arepas nos convertiremos. Venimos de la tierra y hacia la tierra vamos.
Cerramos septiembre, decretado Mes de la Arepa, con una obra esplendorosa, admirable, exquisita, titulada Una arepa hecha postal. ¿De qué va? Bueno, es como un libro pero de hojas sueltas donde 47 artistas plásticos y 16 cocineros desarrollan su interpretación muy personal de nuestro pan originario, sin límites ni limitaciones, presentadas como un modelo para armar a gusto de cada quien, donde cada pieza tiene vida propia y, a su vez, dan vida a una misma idea. Un libro objeto que nos devuelve la percepción táctil de la lectura, últimamente mal acostumbrada al desplazamiento virtual en pantallas efímeras, un libro con olor a tinta y a savia de árboles que forjaron sus páginas.
Una obra colectiva pero no anónima, donde domina la mano femenina como femeninas son las manos que amasaron las arepas que nos alimentaron desde que nacimos. Cuatro nombres: Ximena Montilla Arreaza (@ximenamontillaarreaza), coordinadora del proyecto surgido de su emprendimiento Arraigo Group. Ira León (@ojodeira), creadora y diseñadora del concepto gráfico. Susana Benko (@sbsierra), investigadora de arte y curadora de la obra. Ivanova Decán Gambús (@ivanovadecan), ensambladora de los encuentros y desencuentros del arte y la literatura. Más, obviamente, los artistas y cocineros que aportaron sus creaciones para que nuestra arepa crezca aún más en el imaginario que no une e identifica, donde quiera que estemos.
Susana Benko es categórica al afirmar que este «no es otro libro más sobre la arepa: es una publicación multidimensional, tal como lo es su variedad de objetivos. Es un libro impreso que podemos disfrutar (degustar) al hojearlo. Es una caja de postales que contiene las imágenes, recetas y reflexiones sobre el significado de este alimento —y por ende, sobre la esencia de la venezolanidad—de cada uno de los autores participantes. Para todos ellos, la arepa es más que un alimento. Es, también, un símbolo —y una excusa— para los afectos, la evocación, la convivencia, y sin duda, para la inventiva, porque es un gran desafío hacer de lo cotidiano, un evento —un plato— excepcional. Se trata de un importante registro de experiencias sensoriales donde vemos, saboreamos y olemos con los ojos.»
Ivanona Decán introduce la necesaria reflexión que supera lo efímero de las redes sociales y pone el dedo donde debe ser puesto para que la digestión de la propuesta permanezca y alimente el encuentro y desencuentro de la comida como cultura. Dice cosas así: «Alimentarse es una acción que va más allá de su propio fin. Pensar que la cocina se limita a la transformación de los alimentos mediante el fuego revela una visión reduccionista del acto culinario. Cocinar y comer conlleva elecciones y significados que remiten a costumbres sociales, identidades culturales, prácticas religiosas, sensibilidades individuales, sentido de pertenencia, interacción con los entornos naturales. Tanto la cocina como la comida se inscriben en el universo de las manifestaciones culturales, entre otras razones porque ‘el órgano del gusto no es la lengua sino el cerebro’, históricamente responsable de los criterios de valoración que son aprendidos».
Cinco años sorprendiéndonos con publicaciones en torno a nuestra arepa no es tarea fácil, pero Ximena lo hace nuevamente, ahora en forma de libro, que no es libro, pero se lee, de comida que no se come, pero se saborea, de gusto que se comparte no a mordiscos sino con frases, nutriendo la esperanza del regreso, quizás mañana mismo, tal vez nunca.
Para que quede claro: «Esta edición nació de un momento de preguntas y nostalgias. Un tiempo en que amigos, dentro y fuera el país, se sentían lejos, abatidos. Yo me preguntaba: ¿Cómo se cura un guayabo a distancia? ¿Cómo abrazarnos sin estar en el mismo lugar? ¿Cómo empacar en una misiva una noche de boleros, un buen libro, una copa de vino con buenos amigos, una sopa caliente hecha por la abuela, un atardecer, un baño de mar, un escrito de esos que te desnudan el alma, un poema, un hogar…? Miré adentro… muy adentro, donde la vida te golpea al ritmo de Aquiles Báez y Nella Rojas, y allí vino la primera idea: arte y gastronomía, dos lenguajes que todo lo pueden transformar».
Podría seguir escribiendo hasta el cansancio sobre esta arepa hecha postal, pero el budare ya está humeando y no quiero que se me quemen. Los invito a que tomen en sus manos un ejemplar y verán que no podrán soltarlo, lo morderán una y otra vez y su recuerdo será eterno y agradecido. Estamos hechos de arepas. Benditas sean.
Miro Popić es periodista, cocinólogo. Escritor de vinos y gastronomía.