Una intervención intervenida, por Ariadna García
Usted se preguntará el porqué de la redundancia, pero es que hemos visto tantas intervenciones, fiscalizaciones, expropiaciones, que ya no conocemos las separaciones de unas, ni las legitimidades de otras. La última ocurrió el jueves tres de mayo contra Banesco, según la Superintendencia de Bancos (Sudeban) se trata de una intervención para “sanear” a la compañía de “las mafias” que durará 90 días prorrogables.
Hasta ahora hay 11 personas detenidas, desde presidentes, gerentes y asesores, quienes presuntamente habrían incurrido en delitos de legitimación de capitales.
En un Estado de justicia e independencia de poderes a estos señores se le habría abierto una investigación y posteriormente se le imputarían delitos que –con pruebas– terminarían por llevarlos a un juicio para así determinar su culpabilidad o inocencia, sin embargo, al mejor estilo del “socialismo del siglo XXI” estos hombres y mujeres fueron privados de su libertad desde el día uno, sin derecho a decir pío, cabe destacar que sus captores portaban chalecos antibalas, pasamontañas, esposas. Toda la artillería para enfrentarse ¿A qué? ¿A quiénes? ¿A empresarios, trabajadores, a venezolanos?
Lo más lamentable de esta situación no es la detención de estos señores, tampoco la intervención a Banesco, es más grave aún. Es la falta de justicia, credibilidad, transparencia. En un país donde impera el abuso de poder y donde los ciudadanos se sienten desprotegidos es muy difícil creer en las instituciones venezolanas.
Lo primero que te asaltan son las dudas ¿Habrán cometido estos señores algún delito? ¿A dónde acudir a quién creerle? No es mentira que el país se ha cundido de bandidos que no tienen reparo en amasar fortunas con dinero ilegal, pero el asunto es cómo comprobarlo con un árbitro que vulnera cualquier derecho.
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Para los jóvenes como yo que crecimos con este gobierno y que apenas mantenemos vivos algunos recuerdos de la Venezuela antes del chavismo, se hace desolador, inalcanzable y casi imposible de recrear un modelo de justicia. No hay asidero, no hay ningún lugar donde hallar la verdad, somos desconfiados, no le creemos ni a los buenos, ni a los malos
Lo peor de todo es eso, que los jóvenes perdimos la fe en la justicia, que no le conocemos. Todo es demasiado sombrío, demasiado sórdido, las instituciones operan sin transparencia porque al fin y al cabo qué carajo importa la honorabilidad.
La desgracia de esta intervención intervenida es que ni siquiera hay un país con el cual soñar. Lo arrasaron todo.