Unidad es victoria, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
El sólo hecho de que múltiples sectores políticos y sociales se hayan organizado y se estén movilizando a lo largo y ancho del territorio nacional para enfrentar electoralmente a la dictadura que destruyó a Venezuela reviste una importancia capital.
Lo están haciendo a pesar de estar conscientes del descomunal reto que representa ir a una confrontación de una desigualdad sin medida y minada en todos los terrenos por un rival poderoso e inescrupuloso.
Hacia lo externo deben batallar con un torvo adversario que ejerce un ventajismo plagado de ingredientes anómalos, irregulares y delictivos y con la complicidad y la cooperación de gobiernos extranjeros. Un ventajismo obsceno y brutal.
Y hacia lo interno, grandes limitaciones económicas, logísticas y operacionales, entre las que destacan las comunicacionales, y una gran dispersión de opciones que de ir unificadas garantizarían la victoria en la gran mayoría de los cargos que se disputan.
Son muchas las rupturas recientes con heridas abiertas, quizás irrestañables, muchos “odios mellizales” aún no limados, pero sobre todo mucha prédica anti electoral en pos de opciones inmediatistas que fueron no otra cosa que vapores de la fantasía.
Nada teme más este régimen que ver accionando en la calle a quienes lo rechazan, lo repudian y no soportan las calamitosas condiciones de vida a las que los someten. Y mucho más si están en plan de ejercer el voto. Hay muchas señales de ello.
Una muestra muy clara es la acre intemperancia que demuestra el llamado «segundo de abordo» frente a la actuación de los dos rectores no chavistas del Consejo Nacional Electoral, un espacio que han controlado a placer y que hoy encabeza un ex ministro del régimen.
Cada semana es posible observar por los canales públicos (de los que la camarilla gobernante se adueñó con exclusividad) las andanadas de ataques, burlas y sarcasmos contra los rectores Roberto Picón Salas y Enrique Márquez por denunciar el proselitismo y actos partidistas a través de las pantallas de Venezolana de Televisión, replicado por otros canales públicos, actos penados por la ley electoral.
El régimen ha trabajado incesantemente para alejar al ciudadano de las mesas de votación. Es amplísima la gama de desafueros y desmanes en los que ha incurrido para ello, todos destinados a la destrucción de la fe en el voto.
Probablemente lo que más desengaño ha llevado a la población en estos años es ver que las victorias electorales no se concretan en cambios políticos, como el cese a la destrucción de Venezuela y la reinstitucionalización del país, como ocurrió con la elección de la Asamblea Nacional del 2015 y antes con la Alcaldía Mayor.
Los venezolanos no aceptan ni se resignan a, como se dice coloquialmente, “votar y no cobrar” y ese es el combate que se reedita en esta oportunidad donde las condiciones, la vigilancia desde adentro y la observancia desde afuera, lucen mejor aunque lejos de ser suficientes.
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En esas dificultades y acentuar los reveses del pasado se basan quienes radicalmente se oponen a la participación electoral. Paradójicamente lanzan el llamado hacia unas “elecciones presidenciales ya”, versión estilizada al primer enunciado del viejo y frustrado mantra, “cese a la usurpación”.
Esto es claro puesto que por ningún lado se asoma cómo es que vamos a llegar a esas elecciones libres, plenas de garantías, sin comenzar a disputarlas desde ya sobre el terreno como ocurre ahora. Ganaremos el título mundial de los pesos pesados sin combates previos y sin ir un solo día al gimnasio, pareciera ser la apuesta.
Si eso lleva implícito como premisa la salida de los autócratas o la barrida general del chavismo del escenario nacional, entonces hay que reconocer que no hay ilusión intervencionista que lo alimente.
La descripción del viacrucis que vivimos, las disecciones sobre todas las perversiones del régimen hechas por varios analistas y conocidos opositores radicalmente contrarios a la participación electoral son perfectos, incontestables, pero hasta allí. No hay asomo de fórmula política para continuar la lucha.
Las elecciones regionales no son un hecho puntual. Ni será exclusivamente el resultado electoral lo que calibrará el éxito o la conveniencia de esa decisión. Tendrá la virtud de decantar, reunificar lo liderazgos, de reactivar el contacto con todos los sectores de la población, dejará condiciones que hay anclar hacia victorias futuras.
El ciudadano no está inerme frente a la dictadura. Su voluntad y la decisión de seguir enfrentando el régimen de Maduro y de expresarlo a través de la lucha electoral tendrá un impacto inmenso para el proceso de desmontaje de la dictadura. Y en ese sentido no hay pérdida posible.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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