Vamos a dale, por Teodoro Petkoff

Hoy, con la instalación de las mesas, se da comienzo al proceso de reparos, cuya primera jornada arrancará mañana, para extenderse hasta el domingo. No está; de más insistir en que los reparos no son el RR. Ratificadas las firmas necesarias, el CNE deberá convocar el RR, cuya fecha ha sido establecida, en principio, para el 8 de agosto.
Desde esta tribuna hemos abogado sistemáticamente por el RR, debido a lo que este representa como solución pacífica, constitucional y democrática a la crisis política del país. Un veredicto mayoritario del soberano, cualquiera que sea, revocando o ratificando a Chávez, obliga a un compromiso de acatamiento por las partes que se confrontan. Si Chávez fuera revocado, la Constitución ordena elecciones al cabo del mes subsiguiente, y del gobierno debe esperarse un estricto respeto a la voluntad mayoritaria. Pero si ocurriera lo contrario, de la oposición debe esperarse también un apego riguroso a lo que la mayor parte de los ciudadanos haya determinado. Eso indicará, lisa y llanamente, que el próximo round electoral por la presidencia sería el 2006.
Por supuesto, para que esta regla de juego pueda ser aplicada sin reticencias, los procesos electorales deben estar limpios de polvo y paja. Su pulcritud no debe dejar espacio para la duda y mucho menos para la impugnación. A los reparos se ha llegado dentro del marco de una reglamentación discutida entre las partes y aceptada por ellas. Si las reglas son respetadas y no se producen evidencias incontrastables de manejos sucios, el resultado de los reparos no debe ser utilizado como casus belli.
La CD ha sido fiel a su estrategia democrática y si para algo sirvió el episodio de los paramilitares colombianos fue para demostrar vívidamente que los reparos no están asociados, por parte de aquella, a ningún proyecto antidemocrático. El propio Presidente debió desdecirse de sus primeras e irresponsables acusaciones contra dirigentes de la CD. Está claro que esta no posee ningún “Plan B”.
En este sentido, el gobierno debería dejar de actuar dominado por la paranoia. Las frecuentes alusiones de Chávez y otros de los suyos, a que “esta vez” no serán “sorprendidos” como en abril del 2002, demuestran un grado injustificable de aprensión, que se torna en manipulación. Si tomaran en cuenta la inequívoca demostración de voluntad democrática que ha sido la paciencia y la tenacidad con las cuales la CD ha obviado provocaciones y “tramparencias” con tal de no ser apartada de la ruta pacífica y electoral, podrían contribuir a bajar la tensión existente, admitiendo que lo que va a pasar entre hoy y el lunes próximo es un episodio propio de cualquier sociedad democrática. Es verdad que está en juego el poder, pero eso es lo que ha estado siempre en juego en nuestras elecciones nacionales y ya los venezolanos estamos acostumbrados a que en ellas se gana y se pierde y que en ninguno de los dos casos se acaba la vida. Y esto vale para todas las partes involucradas en este drama. En la vida social y política no hay “ahora o nunca”. Jamás hay un punto final: la vida es una sucesión de puras comas.