¿Van a dejar que se caiga?, por Teodoro Petkoff
Ojalá que no, ojalá que nunca pasemos por la tragedia que podría constituir el colapso del viaducto número 1 de la autopista Caracas-La Guaira; sobre todo, ojalá que nunca ocurra con tráfico encima, ojalá que no se repita aquel dramático episodio de vehículos cayendo al vacío, cuando el puente sobre el Lago de Maracaibo perdió uno de sus tramos a consecuencia del choque de un tanquero contra uno de sus pilotes.
Pero si llegara a ocurrir lo peor, entonces que quienes ya van para siete años administrando el país no vayan a salir con que la culpa fue de la Cuarta República. Tiempo suficiente han tenido para tomar las medidas necesarias a fin de impedir un desastre, que según los informes más recientes ya parece casi inevitable.
En el puente se ha venido produciendo una deformación, que lo “abomba” por el centro, como consecuencia del deslizamiento del cerro en la parte del sur. Este se venía dando a un ritmo de dos centímetros por año, pero de diciembre para acá se ha producido una aceleración en el desplazamiento, lo cual ha elevado la deformación del viaducto en 13 centímetros en este breve lapso, para hacerla pasar de los 60 centímetros de “abombamiento” que los informes técnicos consideraron siempre como el umbral crítico. Sin embargo, ahora los técnicos afirman que la deformación aguanta hasta los 78 centímetros. ¿Será verdad?
Lo cierto es que estamos ante el riesgo real de que el enorme viaducto se caiga hacia un lado o que sea necesario cerrarlo al tráfico. Entre tanto, ¿qué es de la vida de los planes de contingencia? Hace pocos meses se anunció la construcción de una suerte de by pass de unos pocos kilómetros, por la propia quebrada de Tacagua, para eludir el paso por el viaducto. Para ayer ya era tarde y sin embargo no se ven signos de que ese trabajo vital haya comenzado. Aunque la carretera vieja de La Guaira no podría absorber sino el 7% del tráfico diario de la autopista, también tendría que estar siendo recuperada a toda mecha, porque algo es algo, como también deberían estarse haciendo las reparaciones del caso en la muy dañada carretera por El Junquito-Carayaca. Porque si colapsa el viaducto y el catarro nos agarra sin pañuelo ahí sí es verdad que muere Vargas de manera definitiva. Y todo el país sufriría terriblemente. En Vargas hay tres fuentes de trabajo principales: puerto, aeropuerto y Caracas. Si la autopista se tranca, las tres fuentes de trabajo serían afectadas de modo tan grave que hasta da miedo pensar en las consecuencias.
Pero, sobre lo que es necesario llamar enfáticamente la atención es sobre la urgencia de la construcción de la vía alterna por Tacagua. Que, además, no puede ser una “carreterita” sino un sustituto de emergencia de características semejantes a las de la autopista, dado el enorme volumen de tráfico que se desplaza por ella. Esto debería ser para ya, poniendo en juego todos los recursos técnico-económicos de que se disponga para acortar el tiempo de construcción.
El gobierno no puede darse el lujo de tratar el tema de la autopista Caracas-La Guaira con la misma desaprensión e incapacidad con la cual ha venido manejando la recuperación de Vargas a lo largo de todos estos años.
Es mucho lo que se juega el país con ese viaducto.