Vanessa Vargas: «Hay que pensar en unas artes vivas que miren hacia el futuro»
Vargas, bailarina y performer, conversó con TalCual sobre su más reciente publicación en la que expone la relación entre la comunicación, la danza y el cuerpo
«En Caracas, la improvisación es la dinámica a través de la cual el cuerpo en movimiento se organiza en el espacio urbano». «Venezuela se encuentra en estado de excepción y el cuerpo lo sabe». «Experimentar la danza desde la migración implica una doble fragmentación del cuerpo». «La danza es una profesión frágil, nunca hay recursos. A la gente con poder no le importa (esto podemos usarlo a nuestro favor)». «La cultura es sobre todo una experiencia, y hay que vivirla en-con libertad». «Hay que animar a la gente a que siga bailando».
Estas frases y aforismos pertenecen a Vanessa Vargas (Caracas, 1977), bailarina, educadora y periodista, quien acaba de publicar el libro La danza y la performance: cuerpo a cuerpo entre la danza, la performance y la comunicación (AB ediciones UCAB); en el que recopila una serie de textos, ensayos, estudios, ponencias y reflexiones sobre las artes vivas en Venezuela, especialmente en Caracas; y con los que busca exponer «la dimensión comunicativa de la danza y el performance«. También, las condiciones y el panorama de esta en el contexto de la industria cultural y las instituciones del Estado.
«De la cartografía a la coreografía: un cambio en el panorama de la movilización global»; “La soberanía del cuerpo: performance en las protestas opositoras en Venezuela»; «Eliminar el cuerpo de Cultura es también una decisión editorial» y «Celebrar la danza en tiempos de coronavirus» son algunos de los títulos que conforman esta pieza, que se vio frenada y obligada a repensarse a raíz de la llegada de la pandemia de la covid-19.
La bailarina, quien actualmente reside y trabaja en EE. UU., miembro de del Taller de Danza de Caracas, de la Compañía Nacional de Danza y performer independiente para el Museo de Arte Moderno de Nueva York; conversó con TalCual sobre el libro, la situación de la danza en Venezuela, los retos que supuso para la danza la vida tras la aparición del virus de Wuhan.
Portada del libro | Foto: Cortesía
—¿En qué momento decide hacer esta recopilación de textos? ¿Por qué presentarlos ahora?
—En el libro se exponen una serie de textos que abordan la relación entre la comunicación, la danza y el cuerpo o las artes vivas. Desde 2009 he estado escribiendo y reflexionando sobre la danza, tratando de entenderla desde la práctica y el estudio. Además, de los ensayo o ponencias que he presentado en otros espacio, prensa, universidades o congresos; hay una serie de ideas sueltas sobre eventos específicos que he ido pensando, algunas publicados en mis redes sociales, que me interesó compartirlas aquí, para hacer puentes y conexiones entre lo que pasa en las redes sociales y lo que puede leerse en un libro.
«El libro no es solamente para los que hacemos danza y entendemos que el cuerpo es una herramienta de comunicación y una plataforma, un material para comunicar; es también para la gente que no está en contacto con la danza o con el cuerpo y que entienda que su cuerpo está atravesado por una cantidad de elemento y que todos los eventos que suceden alrededor de nosotros están atravesados por el cuerpo y se pueden leer desde el movimiento y desde la danza. Esta es la razón primordial de recopilar está serie de textos».
—¿Por qué la danza contemporánea ha sido poco visibilizada en el país? ¿A qué cree que responda esto?
—Las artes vivas no generan un producto tangible, por eso tienen una posición diferente con relación a otras formas artísticas. Se ubican en un espacio especial de competencia. Durante los años 60, 70 y 80 hubo un apoyo y aporte importante dentro de las políticas culturales del Estado a las artes vivas. En 1999, con el cambio de la Constitución, también hubo cambios importantes, drásticos en las políticas culturales, que les dieron prioridad, o más fuerza, a manifestaciones artísticas tradicionales, las pusieron por encima de otras formas de cultura, como la danza contemporánea; por ejemplo. Las investigaciones que he hecho han arrojado que esas políticas culturales fueron haciendo mella y quebrando la industria de las artes vivas en Venezuela. También la poca difusión en medios y publicaciones influyó, y la falta de apoyo del sector privado. Las artes necesitan no solo apoyo por parte del Estado y sus políticas culturales, también de la empresa privada.
«Sin embargo, a pesar del panorama se ha seguido produciendo e investigando en danza. Desde 2014 he seguido yendo a Venezuela a dictar taller y a dar clases y he visto lo que ha seguido pasando en esto últimos años, que es la consecuencia de las políticas culturales de Estado. Creo que no tiene sentido mirar atrás, volver a los 60 o 70. Hay pensar en unas artes vivas que miren hacia el futuro».
—¿Qué espectáculo de danza o performance local debería conocer todo venezolano?
—Yo rescataría toda la historia de la danza contemporánea y de la performance en Venezuela y la haría visible. Las artes vivas, la danza, la performance, la experimentación con el cuerpo tuvieron un lugar importante en la historia del arte en Venezuela, fueron igual de importantes y significativas que otras corrientes y movimientos. Claudio Perna y Juan Loyola fueron bastante radicales y a lo mejor por eso quedaron al margen. El trabajo de Loyola, que fue bastante crudo y descarnado, es interesante volver a revisar y debería conocerse más.
Espectáculo «Becoming Invisible». Vanessa Vargas | Foto: Andrew Ribner
*Lea: Celebrar la danza en tiempos de coronavirus, por Vanessa Vargas
—¿Cómo ha afectado a la danza la pandemia y las nuevas dinámicas sociales que trajo?
—La danza sufrió un revés importantísimo o significativo. La danza está hecha para verse en vivo, para tener público en frente y para que el público participe de la danza. La danza y la performance tuvieron que migrar a la fuerza del espacio público a la computadora, al Internet a las redes sociales. Cuando la danza tuvo que hacer ese salto a la pantalla se dio cuenta de que hay un ecosistema con el cual la danza tenía que comenzar a competir o relacionarse. Las grandes compañías de danza comenzaron a tener que relacionarse o estar en el mismo espacio digital que Netflix. Comenzamos a experimentar en tiempo real cómo hacía la danza para generar experiencias —que es lo que nosotros ofrecemos— que puedan llamar la atención o estimular desde la pantalla al espectador. En este dilema se vieron desde pequeñas compañías hasta el New York City Ballet, Broadway; todos se vieron impactados por esta situación.
«En América Latina la brecha comunicacional y digital se hizo mucho más evidente en la industria cultural. Se presentaron muchísimos retos. Empezaron a haber diferencias en cuanto a la producción de contenidos, formas; pero también esta brecha dio pie a nuevas exploraciones y formas de manipular el medio digital para la danza. Dentro de estos retos ha habido posibilidades».
«Muchos bailarines e investigadores de la danza nos reunimos durante estos meses para reflexionar sobre esto y parte de esas reflexiones están en el libro».
—¿Cuál suceso de la Venezuela contemporánea presentaría a través de un ejercicio de periodismo performático?
—En este momento no lo sé. Yo suelo tratar temas contemporáneos y no tanto traer del pasado sino más bien soñar hacia el futuro, qué cosas vería en el futuro.
«Desde 2014 hasta ahora se han presentado en Venezuela algunos proyectos en danza que han traído sucesos del pasado al presente. Pero esos análisis en retrospectiva desde la danza son temas bastante sensibles, porque generalmente son políticos. La danza es el espacio que quiebra las narrativas oficiales y especialmente la danza contemporánea y la experimental».
—¿Qué espectáculo le gustaría presentar en este momento en Venezuela?
—Estoy trabajando en un espectáculo que voy a presentar el próximo noviembre en Bogotá (Colombia), se llama «Prácticas de acercamiento», tiene que ver con la idea de cómo son los acercamientos del cuerpo tras la pandemia o este primer acercamiento del cuerpo o el contacto entre los cuerpos atravesado por narrativas políticas que tienen que ver con la raza, con el género, como nos acercamos al otro.
—¿Cuál ha sido la peor performance que han visto o ejecutado los venezolanos en estos últimos años?
—Son muchas. Varias están reseñadas en el libro.