¿Vender el sofá?, por Simón Boccanegra
Lo que ha ido surgiendo de las interpelaciones sobre Citgo, que se llevan a cabo en la Asamblea Nacional, es que más allá de las fuertes presunciones de corrupción, nuestra empresa en Estados Unidos es un muy buen negocio y que sería un disparate venderla sólo porque unos cuantos pillos pudieran haberse aprovechado de ella para engordar sus finanzas privadas. Con ese criterio, habría que vender también a Pdvsa, porque ese río está sonando hace rato con las enormes piedras de corrupción que viene arrastrando desde que la marabunta entró allí como en conuco. Ninguno de los interpelados ha negado la viabilidad económica de la empresa y argumentos para justificar su venta, como el de que algunas de sus refinerías emplean petróleo no venezolano, son tan endebles que no resisten el más superficial análisis. Pero el criterio esencial, la ultima razón para conservar Citgo, es de carácter extraeconómico: una estrategia petrolera de largo plazo aconseja no sólo mantener Citgo sino ampliar el radio de sus negocios, tapando, eso sí, todas las goteras de la corrupción y corrigiendo errores que se hayan podido cometer. Lo otro sería comenzar la privatización de Pdvsa, desprendiéndose de su principal activo extranjero. Es decir, vendiendo el sofá.