¿Vendetta?, por Teodoro Petkoff

El 3 de diciembre del año pasado, un día después del lanzamiento del paro, editorializamos así: “La continuación del paro por 24 horas más obliga a preguntarse cuál es el objetivo de este paro. Como puro mecanismo de presión (¿para qué?) no tiene mucho sentido. De hecho, su desencadenamiento mismo (producto de la presión de sectores radicalizados, de escasa representatividad, pero que atemorizan a las organizaciones de la CD, donde hay, a su vez, algunos entusiastas del salto al vacío, que se hacen eco de aquellas “presiones” ), en medio de un proceso de negociaciones no concluido o fue un disparate (la estupidez es silvestre) o fue una provocación dirigida a abortar las negociaciones. 24 horas más ¿para qué? nunca hubo un objetivo claro y ahora lo hay menos y la posibilidad de que el paro termine por deshilachamiento es muy grande, porque económicamente es insostenible. Seria el proverbial tiro por la culata”.
Terminaba así ese editorial: “La oposición está obligada a redefinir su estrategia. Una conducta espasmódica, “nariceada” por sectores radicalizados, de escaso criterio político, pero gritones e irresponsables, ya muestra claros signos de agotamiento. La oposición creció se robusteció, sus organizaciones partidistas comenzaron a revivir, pero, como suele suceder, vive hoy una típica crisis de crecimiento. Llegó la hora de la reflexión”.
Cierto, pero también para el gobierno llegó esa hora de reflexión.
Económicamente, es verdad que el paro, y en particular el petrolero, han tenido consecuencias desastrosas para el país. Lo que era el objetivo manifiesto que lo motivó no se alcanzó y ninguno de los logros que ahora se le adjudican justifica el tremendo daño que sufrió la economía y la sociedad toda. Si ya las cosas venían mal en el plano económico, ahora están peor, y no sólo por culpa del gobierno y sus errores.
Sin embargo, cualquier gobierno serio tomaría nota del tremendo descontento que se anida en una parte enorme del país. Porque no es concha de ajo detener la actividad económica de un país durante dos meses. Eso habla de una arrechera tan grande que desestimarla o subestimarla sería un grave error para cualquier gobernante. Responder con represión es echar gasolina sobre la candela. Una política de ojo por ojo, que parece mover hoy al gobierno, es suicida. Ojo por ojo todos quedamos ciegos. Lo dijo Gandhi. Medidas económicas que no atienden a criterios de racionalidad económica sino a los punitivos, despidos masivos, totalmente desproporcionados e indiscriminados, en Pdvsa, que están destruyendo su capital humano y comprometiendo gravemente su recuperación, no pueden conducir a otra cosa que a una hecatombe económica y social.
Es la hora de que los prohombres del gobierno, comenzando por su jefe, se pregunten ¿Qué hemos hecho para habernos ganado tamaña animadversión de la que es hoy, sin duda alguna, la mayoría del país? No se vayan a responder, por favor, que es porque han hecho una revolución. Porque lo más irónico de todo es que se han lanzado encima a la mayoría del país y no pueden exhibir ni una sola medida que pudiera explicar ese formidable revire nacional.