Venganza gratuita, por Omar Pineda
Twitter: @omapin
Viste, Julio. Te lo advertí antes de que me echaran a esa celda hedionda a orines, después de haber soportado trece horas de humillación en un interrogatorio que no les sirvió para nada, porque hasta los mismos fiscales militares guardaron silencio y uno de ellos te miró a la cara, como diciéndote «chamo, la cagamos». Es así, Julio. Te inventaste ese rollo de la conspiración, me involucraste en ese rollo peliculero como cabecilla y te convenciste a ti mismo de que con ese Netflix en tu cabeza te vengabas de lo que pasó con Neyda. Déjame aclarártelo otra vez: entre tu mujer y yo nunca hubo nada, más allá de la simple amistad… incluso mucho antes de que yo te la presentara, y mucho tiempo después que ustedes se enamoraran y se casaran.
Por supuesto que así fue como creció el agradecimiento mutuo, y ella respondía con gestos de cariño que tú con el tiempo terminaste por socavar. Alguien dijo, y con razón, que los celos son una mezcla explosiva de amor, odio, avaricia y orgullo.
Tú pasaste por todas esas etapas, y antes de averiguar en dónde estaba el error te lanzaste contra mí. Aprovechaste tu condición de jefe policial y torturador del régimen para saldar una deuda personal que tú mismo habías contraído, a sabiendas de que no estabas seguro de lo que hacías.
¿Cómo explicas entonces que Neyda me telefoneara desesperada la vez que la asaltaron y golpearon porque te llamó no sé cuántas veces y tú no respondías ya que andabas empiernado con la dominicana? ¿Dime quién se encargó de proveerles de comida y pagarles los servicios de la casa cuando te quedaste sin trabajo hasta que alguien que te presenté te invitó a que entraras en la policía?
¿De qué te sirvieron esos aspavientos machistas frente a tu mujer, al punto que la amenazaste y le infundías tanto miedo que se vio urgida de abandonarte y huir del país? Ahora no sabes dónde está, para cuál país se fue y cómo está llevando su vida… si está con otro o la está pasando mal. Debías moverte en la dirección correcta y no lo hiciste.
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Fíjate como andas ahora, solo y desesperado. Ahora, cómo no sabes sobrevivir en la desesperanza, urgido por la necesidad de hacer algo, vienes y me acusas a mí, tu mejor amigo, de tus propias desgracias. Te lo dije, Julio: estás reaccionando mal y usas la migaja del poder que te otorga una tiranía para cobrar una afrenta que no existe. Entonces Julio me pidió que me callara, que dejara de seguir atormentándolo y avergonzado del giro que iba tomando la conversación apretó el gatillo.
Omar Pineda es periodista venezolano. Reside en Barcelona, España