Ver para creer, por Teodoro Petkoff
Autor: Teodoro Petkoff
Ayer el Presidente, comentando ante la prensa su reunión con Carter, dijo comprender que esta es una “situación especial” y que por ello la observación internacional debía tener todas las garantías para poder efectuarse.
Ciertamente, esta es una “situación especial”. Es la primera vez que en el mundo se adelanta un referendo para revocar el mandato de un jefe de Estado y de Gobierno. Se trata de un proceso inédito e insólito. El RR pone en juego el poder; plantea la posibilidad de que un pueblo pueda decidir democrática y pacíficamente, y no mediante la violencia, sobre la permanencia o no de un mandatario en el cargo, antes de que expire el lapso para el cual elegido.
Por esta razón, el gobernante cuya revocación se solicita debe tener las garantías más absolutas de que un resultado eventualmente desfavorable para él se produzca en condiciones que no arrojen ninguna sombra de duda sobre la pulcritud del proceso.
Igualmente, los ciudadanos que solicitan el referendo deben tener las garantías más absolutas de que un resultado eventualmente desfavorable para ellos haya tenido lugar tan limpiamente que no abra posibilidad de reclamo alguno. La sospecha de irregularidades en un proceso de esta naturaleza podría generar situaciones altamente indeseables.
En un ambiente de tan elevada polarización como el nuestro, que induce una desconfianza a veces paranoica en los actores, la observación internacional adquiere una importancia que difícilmente podría exagerarse. Una presencia internacional seria, imparcial, técnicamente solvente, no comprometida con ninguna de las partes y, por tanto, confiable, puede darles a ambas la suficiente garantía de que cualquier resultado expresaría cabalmente la voluntad de la ciudadanía.
En este sentido, los mismos que ahora se rasgan las vestiduras anunciando su disposición a acatar cualquier resultado que proclame el CNE, se vuelven extrañamente reticentes frente a la presencia de los observadores internacionales en áreas neurálgicas del proceso de verificación de las firmas, envolviéndose en la bandera nacional para rechazar “la planta insolente del extranjero”.
Menos mal que ayer Chávez dijo que él no tiene “complejos nacionalistas” y que por su parte el Centro Carter puede meterse donde quiera en el CNE. Es de suponer que eso vale también para la OEA y que los rectores del CNE, que como cuerpo no se han pronunciado sobre la materia, lo harán comprendiendo también que a nadie más que a ellos les conviene una presencia ajena al conflicto, que pueda avalar los resultados de la verificación de firmas, cualesquiera que estos sean, de modo tal que nadie pueda revirar ni cuestionar al árbitro.
A los rectores les queda, además, otro asunto, al cual nos referimos ayer. Las actividades, presuntamente non sanctas, de algunos técnicos, han generado fuertes sospechas acerca de la comisión de ilícitos electorales, que sumados unos con otros, y si no se les pone coto, podrían alterar significativamente los números finales. “Coincidencialmente”, los técnicos señalados están abiertamente vinculados con el oficialismo. Es de esperar que el CNE, si confirma las denuncias, realizará los correctivos necesarios en breve plazo. Confianza es el nombre del juego.