Victoria, por Teodoro Petkoff
Hoy es la elección de la directiva nacional de la CTV y las de las federaciones regionales. Puesto que Chávez, prisionero de su fraseología y de sus fantasías revolucionarias, decidió involucrarse directamente en el proceso (primero anunciando la destrucción de la CTV, lanzándole aquel triquitraqui mojado que resultó el referéndum de diciembre de 2000 y, posteriormente, promoviendo un candidato oficialista, un candidato suyo), el resultado de la elección (que perderá su candidato), obviamente, será un revés político para él. por ahora, la CTV continuará en manos de sindicalistas y no de agentes patronales y sigüises del Gobierno.
Chávez pretendía dos objetivos. Uno, el galardón, la «condecoración» revolucionaria que significa dragonear de que la clase obrera respalda a la revolución. Dos, castrar al movimiento laboral teniendo a su cabeza a «sindicalistas» dispuestos a obedecer la voz del amo, dispuestos a sacrificar los intereses concretos de los trabajadores en el altar del poder personal del Presidente. Lástima que un buen tipo como Aristóbulo se haya prestado para tan triste papel. Si el negro creyó que podía jugar un rol independiente al frente de la CTV, no tiene sino que mirarse en el espejo de José Vicente para que vea cómo paga el diablo.
Dicho esto, queremos añadir algunas consideraciones. Derrotar las pretensiones autoritarias de Chávez es un gran triunfo, pero no es suficiente. Si ese resultado no va acompañado de un verdadero esfuerzo por superar vicios tan enraizados como los que mancharon algunos momentos del proceso, en particular el de Fedepetrol, no se habrá avanzado mucho. Por eso es muy buena la idea de celebrar, después de los comicios, un congreso de la CTV, ya sin la presión electoral, para definir los rasgos principales de la política laboral, de su posición ante los problemas del país -en particular los sociales y económicos- y de la construcción de una nueva ética sindical. El cetevismo debe saber que es una organización desacreditada ante los ojos del país. Pudo resistir la brutal ofensiva chavista porque, en cada centro de trabajo, los trabajadores de carne y hueso saben bien que el sindicato es un instrumento indispensable para sus relaciones con los patronos. Por eso defendieron la institución. Pero los sindicalistas tienen que recuperar la confianza del país. Sobre todo los sindicalistas del sector público, educados en la perniciosa idea de que el Estado es una ubre a exprimir. La responsabilidad no es incompatible con la combatividad.
Todo indica que tendremos no solamente un sindicalismo libre de mediatización gubernamental sino mucho más libre de ataduras partidistas. Va a ser difícil que este sindicalismo relegitimado sea, como antes, una «correa de transmisión de la voluntad del partido», para decirlo con la vieja fórmula leniniana que presidió durante décadas la filosofía de los partidos políticos venezolanos. Ese modelo fracasó. Esa es la gran lección que los trabajadores venezolanos le van a dar a Hugo Chávez, quien quiso hacer del MVR en la CTV lo que AD y los demás partidos fueron hasta hace muy poco