Vino el hampón De Vido, por Simón Boccanegra

Como si no fuera suficiente con el toque técnico de Ramiro Valdés, también tenemos que calarnos la presencia del ministro argentino Julio De Vido. Este minicronista no ha olvidado el nombre. De Vido, famoso en Argentina por lo ladronazo que es, estuvo envuelto en el affaire del maletín de Antonini. Hombre de confianza del superchulo Néstor Kirchner y de su incapaz parejita, De Vido, quien conserva el mismo cargo de entonces, desde el cual guisa a placer, es el tipo que rentó el avión en el cual viajaron los millones de dólares con los que Chacumbele contribuyó a la campaña electoral de Madame K, parte de los cuales, se puede estar seguro de ello, se lo embolsillaron tanto el superchulo como el propio De Vido. Se necesita haber perdido todo sentido de las proporciones y del pudor para resucitar a semejante pillo y volverlo a poner donde hay. Porque también es evidente que De Vido no es de electricidad qué sabe. No vino a eso. Su especialidad es muy diferente.
Es un atracador, muy digno ministro de esa pareja de delincuentes que gobierna Argentina, los cuales ni siquiera disimulan sus latrocinios. A tales señores, tal servidor. Si no estuviéramos en el país que estamos, la presencia de ese hampón debería mover a la Fiscalía para abrirle una averiguación, conminándole a que explique cómo fue el guiso de la valija y cual la participación de la contraparte venezolano-chavista. Por supuesto, tal cosa no ocurrirá. Mucho más probable es que Chacumbele, conforme su costumbre de regalar réplicas de la espada del Libertador a cuanto maleante se le pone a tiro, «honre» a este ladrón de siete suelas, regalándole una copia de la espada, cuyo dueño, sin duda, la habría utilizado para decapitar a semejante «afanador».