William Ojeda, por Simón Boccanegra

La decisión de William Ojeda de retirarse de la carrera por la Alcaldía de Petare (municipio Sucre) y respaldar la candidatura de su rival en la oposición, Carlos Ocariz, marca un momento interesante en este engorroso proceso de selección de candidaturas unitarias en el seno de los partidos opositores. Su gesto merece reconocimiento y este minicronista se lo da. La de Petare no es una alcaldía cualquiera. Está entre las cinco más importantes del país, tanto por su peso demográfico como por la enormidad de sus problemas, empeorados por la gestión de Papipapi, quien puede competir fácilmente por el título de peor funcionario público de este régimen –que no se caracteriza precisamente por la eficiencia de sus administradores. Ojeda aspiraba, con sólidas razones, a dirigir los destinos de esa comunidad. Es de allí y posee un liderazgo real; no es un paracaidista, como Jesse Chacón, por ejemplo, de manera que su candidatura lucía pertinente. De allí la importancia de su gesto. La evaluación que hiciera su partido, Un Nuevo Tiempo, conjuntamente con él, llevó a aceptar que la candidatura de Carlos Ocariz, quien perdió la vez pasada por un margen muy estrecho (den gracias a la abstención de los sectores de clase media en el municipio, que ojalá esta vez rectifiquen) y quien ha mantenido una presencia muy activa en las barriadas populares, resultaba más conveniente y tomaron la decisión de apoyarla. En un proceso signado por las dificultades naturales propias de toda competencia donde tanto pesan intereses particulares (como, entre otras, esa inmoralidad del nepotismo), así como aspiraciones personales absolutamente legítimas, la declinación de William Ojeda y su respaldo a Ocariz deben ser felicitados como un ejemplo para otros. La oposición necesita hoy más conductas como la de William Ojeda.