Y ahora… las fricciones, por David Somoza Mosquera
Twitter: @DavidSomozaM
Hay un nuevo elemento que está causando tensión en los lugares de trabajo y podría decirse que es otra de las secuelas que ha dejado el covid-19, aunque no es enteramente culpa suya. A medida que se han ido levantando las restricciones por la pandemia, son más las empresas que están llamando a sus empleados para que regresen a la oficina y es allí donde radica el meollo de todo.
Hay quejas de que las reglas, sobre todo de asistencia, que se están aplicando no son iguales para todos los trabajadores y que esto se debe a que existen «arreglos especiales». Es decir, que algunos jefes están haciendo excepciones con individuos o grupos particulares de empleados.
El hecho es que esa disparidad en las normas para los que trabajan presencial y para aquellos que continúan haciéndolo a remoto está creando fricción en algunas empresas y es importante resolver este problema con celeridad, pues esto afecta negativamente la dinámica del lugar de trabajo y se corre el riesgo de generar profundas brechas a largo plazo.
No hay que perder de vista que cuando llegó la pandemia los empleados tuvieron que cambiar al trabajo remoto casi de la noche a la mañana; al tiempo que las empresas se vieron obligadas a adaptarse a una forma de trabajar para la cual no estaban preparadas. Los líderes, jefes o gerentes tuvieron que ser flexibles sobre cuándo y dónde los equipos hacían su trabajo.
A casi tres años desde que la organización Mundial de la Salud decretara la pandemia, nos encontramos con una realidad que no se puede borrar de un plumazo: hay empleados que rediseñaron su forma de trabajar, sin afectar su productividad, fuera de los patrones tradicionales den la oficina y ahora quieren mantener su trabajo de forma remota y con la flexibilidad que eso implica.
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Sin embargo, una vez superado lo peor de la crisis sanitaria, una gran parte de la fuerza laboral está siendo llamada a regresar a la oficina de forma híbrida o a tiempo completo; mientras a otros, que suelen ser una minoría, se les sigue permitiendo teletrabajar. Eso deja a las empresas con un problema: parecen mostrar favoritismo al otorgar flexibilidad a unos trabajadores e imponer restricciones a otros.
Dar a algunos empleados condiciones de trabajo especiales puede crear percepciones de inequidad, lo que podría dividir a los equipos –con el el riesgo de que se constituyan camarillas– y avivar el resentimiento. Además, la falta de cohesión de la empresa vinculada a los empleados que se sienten agraviados puede generar una serie de consecuencias negativas.
Cómo manejar esta situación es uno de los principales desafíos que enfrentan ahora las empresas. Ante esa realidad, es crucial que la política laboral de la empresa sea clara y transparente.
Es necesario establecer prácticas laborales justas, que se traducen, por ejemplo, en conversar directamente con los empleados y si la situación lo amerita, explicar por qué a algunos trabajadores se les permite trabajar de forma remota y a otros se les pide que vayan la oficina.
Mientras el personal entienda las decisiones de la empresa, es más fácil encontrar una solución y también puede contribuir a reducir las fricciones en los equipos y entre los colegas.
David Somoza Mosquera es especialista en temas de negocios y manejo de capital humano.
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