Ya está bueno de tanta perorata, por Beltrán Vallejo
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Hoy en día la sociedad venezolana asiste a la intensificación de una especie de sermones con eso de la participación o la abstención en esas convocadas elecciones regionales y parlamentarias para finales de abril. Les digo a los voceros de los dos planteamientos en pugna que ya empiezan a aburrir, y que además en esta coyuntura política el susodicho debate se está tornando lastimoso.
Ahora bien, si la herramienta más manoseada del régimen de Maduro para normalizar la opresión es el cinismo, ¿por qué entonces en sus diatribas el liderazgo opositor apuesta a lo mismo? El cinismo aturde la capacidad de reflexión del pueblo venezolano. Y lo que es peor, el cinismo en el debate opositor hace feliz a Nicolás.
Hoy en día un planteamiento estratégico adecuado de resistencia debe focalizarse en abrir las suficientes brechas para que la narrativa, el activismo, la organización y una total cultura de resistencia de los demócratas tenga su cauce eludiendo la censura, la represión y el terrorismo de Estado hoy predominante.
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De eso se trata, tantas brechas posibles que le dificulte al régimen cerrarlas. Al respecto, se parte de la premisa de que un régimen opresor, por más fuerte que sea, genera su propia resistencia; siempre habrá fisuras para que la voluntad de cambio de la mayoría de los venezolanos subsista, de eso hablo. La resistencia debe comportarse y constituirse como aquella hidra de la mitología griega; pero para que esto suceda se necesita una férrea voluntad política y un liderazgo a la altura de las actuales circunstancias históricas.
Quiero agregar que para mí es un tema álgido, fundamental, el caso de los jóvenes cuyas posibilidades cada día se reducen o se esfuman, y por los vientos que soplan, ya no es opción irse del país. ¿A dónde irían? ¿Qué oportunidades les espera? Parece que no las hay ni en el sur ni en el norte del continente americano. ¿Qué les queda? ¿Meterse a oficialistas para que le den un bono de guerra? La economía en Venezuela medio intenta pararse a punta de la resiliencia de la gente, no como dádiva del régimen, pero eso no es suficiente para que esta juventud, alienada algunos de ellos por la propaganda oficial y algún bono, tengan un futuro que le garantice trabajo, vivienda, familia, salud y autoestima como calidad de vida. ¿Merece este tema un puesto preponderante en el discurso de los demócratas hoy en día? Claro que lo merece, pero hoy no lo vemos.
Otro tema fundamental, el mesianismo, incluso colocado ahorita como protagonista de los sectores que entre sí deliberan en relación a abstenerse o participar en los rocambolescos comicios de abril convocados por el régimen de Maduro. Por cierto que en este debate mesiánico hay todo un esfuerzo de señalamientos para demostrar quién es el corrupto o quien está entregado, rendido y capitulado al régimen, o mínimamente quien le hace el juego, o quien es más puro o más incorruptible; repito, todos estos elementos en un contexto mesiánico del debate.
Quiero agregar que estamos claro que en las actuales circunstancias de un movimiento opositor desarticulado (esa es la verdad) es vital, de vida o muerte, tener líderes, pero los mesías constituyen un remedio peor que la enfermedad. ¿No hemos aprendido de las lecciones de la vida, de lo que hemos sufrido?
Yo le pregunto a los mesiánicos de cualquier bando ¿Dónde está el desprendimiento? Hablen con la verdad. Sé que lo que digo cae en oídos sordos; pero no me importa, lo digo. Además, a los mesiánicos y a los autócratas opresores les digo que en Venezuela todavía hay gente que no tiene precio, y este régimen opresor se acabará el día en que no puedan comprar o atemorizar.
Se trata de abrir espacios para la conformación de un gran frente unitario de oposición, con una amplitud superior, porque la actual realidad hace infecundo el individualismo, el grupalismo o el simple voluntarismo vanguardistas de algunos “echaos pa’lante”, por más buenas intenciones que tengan, si es que las tienen.
Creo que a pesar de las actuales circunstancias, los venezolanos de a pie que quieren cambio deben seguir creyendo en sí mismo, como lo demostraron el pasado 28 de julio, y para eso a largo plazo la mejor herramienta para enfrentar a la bestia autoritaria es el optimismo. En cambio, el pesimismo es el fracaso, la derrota y la muerte por adelantado. Es el optimismo sobre la base de una ruta clara que nos saque del reflujo, y que en verdad construya una gran alianza que desafíe estos tiempos donde la maldad, la manipulación y la violencia se quiere entronizar.
Beltrán Vallejo es Licenciado de la Escuela de Humanidades y Educación de la UDO.