Yo, el supremo; por Teodoro Petkoff
Lo que hizo el TSJ con el CNE pasa de castaño a oscuro. Fue un acto de arrogancia y de cinismo de muy alto calibre. Tan sólo para dar una muestra de cuan guapos pueden mostrarse cuando se sienten apoyados, los magistrados de la Sala Constitucional, reforzados ahora por francisco carrasquero y luis velásquez –la sóla mención de cuyos nombres excusa cualquier calificativo-, transformaron al CNE en una caricatura de sí mismo. La Sala Constitucional del TSJ violentó la Constitución y la Ley Orgánica del Poder Electoral. No puede argumentar que hubo omisión de la Asamblea Nacional porque esta ni siquiera intentó cumplir con su deber de elegir el CNE y no fue instada a ello por el TSJ, como era su deber. La AN, por supuesto, no va a reclamar esta usurpación de su “soberanía”, que más entrecomillada no puede estar. Se cubrieron vacantes sin atender en lo más mínimo a lo pautado por la Ley del Poder Electoral en esa materia. Fueron destituidos suplentes (Kornblith y Castillo) con el insólito pretexto de que ¡están vinculados a partidos políticos! Se entregó a Jorge Rodríguez la presidencia simultánea del CNE y de la Junta Nacional Electoral, y aunque esto sincera la situación anterior, cuando el CNE estaba en manos del héroe del trabajo que la presidía y Jorge Rodríguez era el presidente de facto, encubre, implícitamente una obvia demostración de desconfianza en la capacidad de los demás rectores chavistas.
Pero no es el aspecto constitucional y legal el que nos interesa comentar hoy, sino el político. Chávez concentra una suma de poder institucional que lo equipara sólo con Juan Vicente Gómez. La sólida disciplina del bloque parlamentario oficialista da a su relativamente precaria mayoría el control de la Asamblea Nacional. La cabeza del Poder Judicial, que es el TSJ, ahora es una mera extensión de Miraflores. Fiscalía, Contraloría y Defensoría del Pueblo (que componen el Poder Ciudadano) sólo existen para complacer al primer mandatario. El Poder Electoral acaba de ser completamente ajustado a la voluntad del Ejecutivo. Las recientes elecciones regionales y locales dieron al Presidente el control casi total de la estructura político-territorial del país.
La mera fuerza inercial de esta formidable masa de poder acentuará la deriva autoritaria del gobierno y crea las condiciones para el ejercicio verdaderamente autocrático del poder. Hasta sí Chávez fuera capaz de resistir la tentación de usarlo arbitrariamente, en su entorno, entre los que de verdad, por razones ideológicas, poseen una visión dictatorial, y los jalabolas, sobran los que, sin que se los pidan una segunda vez, se deslizarían gustosos por la pendiente del abuso irrestricto de poder. Si bien en países democráticos no es extraño que los poderes públicos puedan estar bajo control de un mismo partido, en ellos eso no elimina la existencia de contrapesos, porque las minorías no son despojadas de sus derechos y la mayoría no puede imponer su tiranía. En nuestro caso existe una voluntad política claramente dirigida a anular los contrapesos entre los poderes, reduciendo a la impotencia a las minorías políticas. Para muestra, lo que acaba de hacer la Sala Constitucional.