Zoocialismo real, por Teodoro Petkoff
De darse los planes de Chávez se crearía un contexto institucional y político que le permitiría acelerar procesos ya en curso, mediante los cuales el Estado y el gobierno han ido invadiendo espacios sociales donde hasta ahora la tutela estatal ha sido más bien discreta e incluso inexistente. La estatización del deporte, que ya dio el paso de unificar el estatal IND con el privado Comité Olímpico Venezolano, bajo la égida del Ministerio del Deporte; la progresiva regimentación de la vida cultural adelantada por el Ministerio de la Cultura; la fiscalización y control de las ONG, en particular las de Derechos Humanos, que ya tienen aprobada en primera discusión la ley que las anula y subordina al Estado; la utilización del sistema educacional para adoctrinar a los estudiantes, que sin duda recibirá un impulso con la designación de Adán Chávez en el ministerio del ramo y con la aprobación de la Ley de Educación; la amenaza cada vez más concreta de eliminar la autonomía universitaria, que tratará de ser concretada con la Ley de Educación Superior; la definitiva transformación de la FAN en una institución de partido, fuertemente ideologizada en los supuestos “valores de la revolución” ; la cada vez mayor reducción de los ámbitos para el ejercicio de la libertad de expresión, que obviamente dará un paso de siete leguas con la cancelación de la concesión a RCTV —¿a dónde nos llevaría todo esto como no sea a la reproducción de lo que en involuntaria ironía fue llamado “socialismo real” ?
Puede ser que Chávez insista de palabra en que no es esto lo que quiere, pero la inercia de sus actos lo conduce, si el país no se lo impide, a materializar esta sombría perspectiva. La conjunción de la naturaleza militarista del régimen con los náufragos de la izquierda marxista-leninista —que de suyo es autoritaria e incluso dictatorial—, unida a la cada vez más visible inspiración fascistoide, marca indeleblemente el proyecto chavista. De esa amalgama no puede surgir ningún diseño democrático.
Y resulta que la experiencia histórica demuestra clamorosamente que sin los instrumentos de la democracia, incluyendo los llamados despectivamente “formales”, el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, que se supone consustancial al socialismo, se vuelve una ficción. Peor aún, siendo ficticios los mecanismos representativos y/o participativos, no hay manera de corregir errores —sobre todo los económicos, que tan graves suelen ser. Cada “colectivización”, cada “zafra de los diez millones”, cada “revolución cultural” dejó pueblos más pobres. El poder sólo se oye a sí mismo y sólo oye lo que le gusta. De allí las catástrofes económicas y sociales que han caracterizado a los “socialismos” totalitarios. No hay democracia y tampoco hay bienestar. No hay libertad y tampoco hay justicia. La pobreza, el atraso, el subdesarrollo, la desigualdad, la injusticia, el Estado policial, el miedo, han sido constantes históricas en países donde en nombre del socialismo se quiso formar esa mítica abstracción denominada “hombre nuevo”. Que, en definitiva, ha resultado ser el mismo de siempre, pero peor.