aRRancó agosto, por Teodoro Petkoff

Ya entramos en agosto y dentro de trece días los venezolanos vamos al encuentro de uno de esos instantes que podrían resultar decisivos en nuestra historia. Una experiencia inaudita como la del referendo revocatorio presidencial –sin hipérbole patriotera alguna se puede afirmar que inaudita a escala mundial– pondrá a prueba no sólo la cultura democrática del país sino hasta nuestro sentido común. Se llega al RR dentro de un ambiente político de extrema polarización y radicalización –sobre todo hacia los extremos de ambos sectores– y no se puede menos que recordar y parafrasear el estremecido poema de César Vallejo a propósito de la España en guerra civil: Venezuela, cuídate de ti misma.
Sin embargo, no en balde este país ha conocido casi medio siglo continuo de vida democrática. Eso nos ha educado a los venezolanos en la tolerancia y el respeto a la opinión del otro. Por más averiadas que luzcan hoy nuestras costumbres democráticas, lo cierto es que, más allá de los fogonazos de violencia mortal que hemos vivido, cada vez que hemos estado a punto de irnos por el barranco de la violencia generalizada, las reservas democráticas han logrado impedir lo peor. Que dentro del marco del paro de dos meses se haya mantenido la comisión de diálogo facilitada por la OEA, cuando todo conspiraba contra su permanencia, habla con mucha fuerza de la profundidad de las raíces de nuestra cultura democrática. El diálogo no solamente no se rompió sino que culminó con el acuerdo del 28 de mayo en el Meliá que abrió el camino al RR.
Llegados a este punto se impone la comprensión de un aspecto capital. Un RR tiene dos resultados posibles, no uno solo. Se puede ganar pero también perder y no se debe participar en ese empeño con el criterio de que «el otro» únicamente ganaría con fraude. La disposición a respetar el veredicto popular, a aceptar el resultado del acto de votación, cualquiera que él sea, es esencial para que el RR sea una solución democrática a la crisis política y no el punto de partida de su eternización –incluso con violencia de mayor intensidad como componente indeseable de una nueva etapa del conflicto. La campaña misma no puede estar presidida por el criterio de que la derrota es impensable y que sólo con trampa gana el adversario. En este sentido, revisten la mayor gravedad las reiteradas declaraciones del Presidente de «intervenir» la Cantv. El gobierno se la pasa reclamando de la oposición una declaración explícita de que va a respetar los resultados. Hoy la hace Enrique Mendoza, en su carácter de dirigente fundamental de la CD. En cambio, ¿cómo interpretar la amenaza contra la telefónica sino como el anuncio, nada encubierto, de no reconocer un resultado desfavorable, descalificando de antemano un sistema de votación y trasmisión de datos contratado y avalado no sólo por el CNE sino por el más conspicuo de los rectores comprometidos con el gobierno? Con este tipo de declaraciones Chávez estará negando lo que ha venido diciendo sobre su disposición a respetar los resultados electorales. ¿El CNE no va a decir nada?