The Associated Press devela identidades de venezolanos bombardeados en «narcolanchas»
Un reportaje de The Associated Press reconstruye las vidas de varios hombres de Güiria y otras localidades del oriente venezolano que murieron en bombardeos de la Fuerza Armada estadounidense contra embarcaciones señaladas de traficar drogas. Aunque los fallecidos en las llamadas «narcolanchas» participaban en el contrabando, sus familias aseguran que no eran “narco-terroristas” ni miembros de carteles
Más de 60 personas han muerto desde comienzos de septiembre, cuando las fuerzas militares de Estados Unidos iniciaron ataques contra lanchas que, según la administración de Donald Trump, eran operadas por organizaciones de narcotráfico en el Caribe. Entre los muertos hay varios venezolanos del estado Sucre, cuyas historias fueron documentadas por The Associated Press (AP) en un reportaje que ofrece el primer retrato detallado de quiénes eran y cómo llegaron a bordo de esas embarcaciones.
AP identificó a cuatro de los fallecidos y obtuvo información sobre al menos otros cinco. Todos eran hombres jóvenes o de mediana edad, provenientes de comunidades costeras de la península de Paria. Algunos habían sido pescadores, conductores o exmilitares; otros tenían antecedentes criminales. Todos, según sus familiares y vecinos, aceptaron participar en viajes de contrabando para ganar en pocos días lo que en tierra no podían reunir en meses. «Sí, estaban traficando», admitió un pariente citado por la agencia. «Pero no eran terroristas ni capos. Eran gente que buscaba sobrevivir».
Uno de ellos era Robert Sánchez, pescador de Güiria de 42 años. Pasó la mayor parte de su vida faenando en el golfo de Paria y soñaba con tener su propio motor de 75 caballos de fuerza. Con un ingreso mensual de unos 100 dólares y cuatro hijos que alimentar, aceptó la oferta de usar sus conocimientos marítimos para guiar una lancha cargada de cocaína hacia Trinidad. Le prometieron 500 dólares. Nunca regresó. Su familia se enteró de su muerte al ver videos difundidos en redes sociales sobre un ataque estadounidense. Su hijo menor, de apenas nueve años, preguntaba si su padre podía haber sobrevivido al estallido. «No, el mar se lo llevó», respondieron los adultos.
En esa misma región murió Luis «Che» Martínez, de 60 años, descrito como un viejo contrabandista y jefe local delictivo. En el pasado había sido detenido por tráfico de personas tras un naufragio en 2020 que dejó más de veinte muertos, entre ellos dos de sus hijos. Fue liberado,como reportó TalCual entonces, y volvió a dirigir operaciones ilegales entre Venezuela y Trinidad. AP señala que Martínez murió el 2 de septiembre, en el primer ataque reconocido por Trump, quien afirmó que el grupo pertenecía al Tren de Aragua. Sus allegados niegan ese vínculo y aseguran que supieron de su muerte por una fotografía del cadáver que circuló en mensajería: lo reconocieron por un reloj dorado que siempre usaba.
Otro de los fallecidos fue Dushak Milovcic, de 24 años, exaspirante de la Guardia Nacional. Dejó la academia militar atraído por el dinero fácil del contrabando. Empezó como vigilante en tierra y luego lo promovieron a las lanchas, un oficio más riesgoso pero mejor pagado. También murió en uno de los bombardeos de septiembre.
Juan Carlos «El Guaramero» Fuentes, por su parte, era chofer de autobús. Había perdido su fuente de ingreso cuando su unidad quedó inservible y la administración local nunca le entregó repuestos. Sin dinero ni empleo, aceptó unirse a una tripulación para transportar droga hacia el Caribe. Hizo un primer viaje sin contratiempos, pero en el segundo una lancha estadounidense lanzó un misil que los destruyó. «Sabía que era peligroso, pero necesitaba mantener a su familia», dijeron sus amigos a AP.
Las comunidades donde vivían —pueblos de pescadores y obreros desempleados en el extremo oriental del país— están marcadas por la crisis económica y el abandono. Sus casas, de bloques sin pintar, pasan semanas sin agua y sufren apagones frecuentes. La pesca ya no da para vivir, y el contrabando de gasolina, migrantes o cocaína se ha vuelto una fuente desesperada de ingresos.
Washington sostiene que las operaciones militares se dirigen contra «combatientes ilegales» vinculados al narcoterrorismo, y el Pentágono afirmó a AP que cuenta con «inteligencia confirmada» sobre la naturaleza criminal de las lanchas destruidas. Trump incluso dijo que cada barco hundido «ha salvado 25.000 vidas estadounidenses», aludiendo a las muertes por sobredosis. Sin embargo, la propia AP destaca que los cargamentos eran de cocaína, no de opioides sintéticos, responsables de la mayoría de las muertes en Estados Unidos.
Para los familiares de los venezolanos, los ataques fueron ejecuciones sin juicio. «El gobierno estadounidense debió detenerlos, no matarlos», dijo a AP un pariente bajo anonimato, temeroso de represalias tanto de los traficantes como de las autoridades venezolanas.
El gobierno de Nicolás Maduro ha condenado los bombardeos y los calificó de «ejecuciones extrajudiciales». Sin embargo, no ha reconocido oficialmente que ciudadanos venezolanos estén entre los muertos, y las familias aseguran que no han recibido información oficial sobre lo ocurrido.
Con información de The Associated Press (AP).
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