Atentado a la credibilidad, por Xabier Coscojuela
Desde TalCual siempre hemos condenado la violencia como método para dirimir las diferencias políticas. Esa es una de las razones por las cuales desde un principio nos hemos opuesto al chavismo, cuya partida de nacimiento es un golpe de Estado en 1992 con el cual pretendían sacar del poder a un presidente elegido por la mayoría de los venezolanos, incluso atentando contra su vida. Ese mismo chavismo que todos los años celebra y ensalza ese primer golpe, y su reedición nueve meses más tarde.
Por eso condenamos lo ocurrido el pasado sábado en la avenida Bolívar. Quien quiera que sea el responsable de ese hecho merece y tiene nuestro rechazo. Ese no es el camino, aunque es cierto que el gobierno ha venido cerrando todas las rutas para una solución política del diferendo que hay en el país. Aun así hay que evitar, descartar, la salida violenta. No hay que emular al chavismo.
En cuanto al supuesto atentado hay varias cosas que nos llaman la atención. En primer lugar extraña que la parada militar se haya hecho en la avenida Bolívar, pues es la primera vez en la historia que se utiliza ese espacio para una actividad de ese tipo. También, la contradicción entre las versiones de los ministros Néstor Reverol y Jorge Rodríguez, de si fueron dos o tres drones, como narraron por separado. Luego se ha unificado un solo relato: fueron dos.
Lo que no nos extraña es la ligereza con que Maduro ha acusado a Juan Manuel Santos de haber participado del complot. Tampoco, la velocidad y desparpajo con la que se divulgan supuestas confesiones de los detenidos, muy probablemente obtenidas por métodos poco ortodoxos.
Todo ello abona a una característica que ya trae de arrastre el gobierno de Maduro: la falta de credibilidad. La reacción en la calle de la mayoría de los venezolanos lo confirma. Muy pocos le dan absoluto crédito a la versión oficial. Dudan de todo lo que digan los voceros gubernamentales. La palabra de Nicolás Maduro y el resto de los integrantes de su gobierno tiene menos valor que el bolívar fuerte.
En esta redacción también dudamos de la narrativa impuesta desde el poder a propósito de lo ocurrido el sábado 4. Por eso hablamos de presunto atentado, de supuesto, o lo ponemos entre comillas para citar la manera de decirlo de quienes detentan el poder. Todo ello, además, marcado por un sistema de justicia politizado, parcializado y que responde a las directrices del Ejecutivo nacional. ¿Cómo confiar en un gobierno que viola la reserva procesal, por decir lo menos? Aspiramos que algún día haya una investigación seria, transparente, cuidadosa que determine plenamente cuáles fueron los hechos, sus responsables y alcances. Entonces quitaremos la palabra «presunto» pues habrá certezas.
De igual forma, consideramos que es esa falta de credibilidad la que hace que los llamados de Maduro a resolver las diferencias de manera pacífica caigan en saco roto, el suyo propio. Es difícil creer que ese es el camino que realmente quieren los que están en Miraflores luego de que vienen desconociendo la decisión que los venezolanos tomaron el 6 de diciembre de 2015 y la votación que eligió a Andrés Velásquez y a Juan Pablo Guanipa como gobernadores de Bolívar y Zulia en 2017, por mencionar tan solo esos casos.
Es difícil creer que de verdad quieran hacer política y resolver las diferencias a través de la política quienes utilizaron una represión salvaje para reprimir las manifestaciones del año pasado, al punto que varios gobiernos extranjeros estén pensando en llevar esa actuación ante la Corte Penal Internacional.
Es difícil creer en las palabras de Maduro cuando utiliza al fiscal de facto y al Tribunal Supremo de Justicia para encarcelar a un diputado, violando su inmunidad sin darle derecho a la defensa. Y cuando todo apunta a que va a utilizar el supuesto atentado para reprimir y encarcelar.
En la cadena del martes hizo un llamado a la unidad nacional, algo que Maduro entiende como sumisión a sus órdenes y no como la búsqueda de acuerdos con quienes piensan diferente. Las palabras, para tener credibilidad, tienen que corresponderse con hechos. Las de Maduro hace tiempo que no cumplen con ese principio y, mucho nos tememos, en esta oportunidad no será diferente.