Caracas segura, por Simón Boccanegra

La ironía no ha podido ser más sangrienta. El mayor de la GN, comandante del Plan «Caracas Segura» en el norte de la ciudad, fue asesinado por unos malandros cuando intentó impedir un atraco que se disponían a cometer. El oficial, quien se desplazaba solo, en su 4×4, murió en cumplimiento de su deber. Este episodio lamentable fue, sin embargo, uno más entre las decenas de homicidios que tuvieron lugar ese mismo fin de semana, igualito a todos los fines de semana de todos los meses y de todos los años. Sin embargo, es imposible no referirse al carácter emblemático que adquiere el asesinato del infortunado oficial. No en balde Caracas se montó en el segundo lugar del siniestro ranking de las ciudades más inseguras del mundo. Planes van y planes vienen y la inseguridad se expande como la verdolaga. Se ha vuelto tan banal que ya convivimos con ella como con un visitante inoportuno, al cual, sin embargo, sentimos que no podemos quitárnoslo de encima. Es un tema de conversación, un comentario volandero y resignado. «¡Viste! ¡Mataron a un oficial de la Guardia Nacional! Qué quedará para uno». Y a otra cosa, hasta que le toque a uno. Este crimen habla, también, y es imposible no registrarlo, del fracaso de las políticas antidelictivas. El gobierno literalmente no sabe cómo manejar el asunto. Está completamente desbordado. No sabe qué hacer ni cómo. Se niega, incluso, a asumir su responsabilidad. La responsabilidad del discurso violento, la responsabilidad de dividir al país en «amigos» y «enemigos», la responsabilidad de armar y motorizar masivamente a los «amigos», la responsabilidad de no tener policías, tribunales y cárceles eficaces y eficientes. Ni el largo plazo ni el corto le funcionan. De hecho, es el gobierno el que no funciona. Ni bien ni mal. No funciona, tan simple como eso.